Siguió su ruta. Pero volvió a oír el llamado, una y otra vez...
finalmente, discutieron. Él dijo: - Yo soy el capitán del barco y el barco irá
por donde yo decido. Entonces, recibió ésta respuesta: Si usted es el capitán
del barco, le digo que yo soy el guardián del faro. Y le digo que, si continúa
en ese rumbo, se estrellará contra unos arrecifes. Ahora, siga la luz del faro,
que lo conducirá a salvo.
Nuestras vidas son como barquitos en el mar de la vida. Cada uno es el capitán de su barco, y lo va
llevando como mejor le parece. Algunos eligen bien, otros más o menos, otros hacen elecciones que
hacen que su barquito se estrelle contra las drogas, el alcohol, las
enemistades...
¿Cómo podemos estar seguros de no naufragar? ¿Cómo podemos estar seguros
de llegar a buen puerto?
¡ABANDONANDO EL MANDO! Como ese capitán se
dejó guiar por el vigía del faro, podemos dejarnos guiar por la Palabra de
Dios.
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad,
y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí.” S.Jn.14:6
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