viernes, 12 de julio de 2013

Ascuas de fuego


     Dos campesinos vecinos se encontraron, y uno de ellos con tono áspero dijo al otro: –Recientemente hallé unas vacas tuyas en mi prado. Las eché hacia la carretera, y si las vuelvo a encontrar haré lo mismo. Después de algún tiempo los campesinos se encontraron nuevamente; esta vez el otro habló primero y con todo amable dijo: –Algunos de tus caballos estaban en mi campo de avena. Los llevé hasta tus pastos y reparé el alambrado. Si esto ocurre otra vez, haré lo mismo.

       Con esto había amontonado “ascuas de fuego” sobre la cabeza de su vecino. Si las vacas hubiesen pacido en otro campo de pastoreo, no hubieran sufrido ningún daño; pero los caballos en un campo de avena habrían podido comer demasiado hasta enfermarse.

       Esperamos que las palabras del segundo campesino hayan tocado la conciencia del primero y lo hayan convencido de cuán frío y desconsiderado fue su comportamiento, mientras su vecino se mostró amable y comprensivo.

       Esforcémonos en preocuparnos por los demás, aun cuando nuestro prójimo nos odie o se muestre frío con nosotros. Tal testimonio honra a nuestro Dios y Padre, y a la larga tendrá un efecto bienhechor en los demás. No olvidemos que Cristo se entregó por nosotros cuando aún estábamos en rebeldía y pecado, alejados de Dios.


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