Con esto había
amontonado “ascuas de fuego” sobre la cabeza de su vecino. Si las vacas
hubiesen pacido en otro campo de pastoreo, no hubieran sufrido ningún daño;
pero los caballos en un campo de avena habrían podido comer demasiado hasta
enfermarse.
Esperamos que
las palabras del segundo campesino hayan tocado la conciencia del primero y lo
hayan convencido de cuán frío y desconsiderado fue su comportamiento, mientras
su vecino se mostró amable y comprensivo.
Esforcémonos en
preocuparnos por los demás, aun cuando nuestro prójimo nos odie o se muestre
frío con nosotros. Tal testimonio honra a nuestro Dios y Padre, y a la larga
tendrá un efecto bienhechor en los demás. No olvidemos que Cristo se entregó
por nosotros cuando aún estábamos en rebeldía y pecado, alejados de Dios.
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