Mi mujer le pagó el
almuerzo, le dio la cantidad necesaria para que pudiera pasar la noche en un
hotel, hasta que se pusiera en contacto con su embajada, y se fue.
Días después, un
diario carioca publicaba la noticia de que el tal “turista suizo” era en realidad un original malandra carioca, que
simulaba un falso acento y abusaba de la buena fe de las personas que amaban
Río y querían compensar la imagen negativa que -justa o injustamente- se
transformó en nuestra tarjeta de presentación.
Su comentario me
hizo recordar la historia del sabio que, cierta tarde, llegó a la ciudad de
Akbar. Las personas no dieron mucha importancia a su presencia y sus enseñanzas
no consiguieron interesar a nadie. Después de algún tiempo, él pasó a ser
motivo de risa y burlas por parte de los habitantes de la ciudad.
Un día, mientras
paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres comenzó
a insultarlo. Pero en lugar de fingir que no se daba cuenta de lo que ocurría,
el sabio se acercó a ellos y los bendijo.
Uno de los hombres comentó:
- ¿Será, después de todo, que el hombre es sordo? ¡Le
gritamos cosas horribles y él sólo nos responde con palabras bellas!
- Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo
que tiene -fue la respuesta del sabio.
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