lunes, 30 de septiembre de 2013

Los tres tenores...

   Esta es una conmovedora historia,  que contiene un hermoso y perfecto ejemplo. Se refiere a dos de los tres tenores: Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras, que emocionaron al mundo cantando juntos.


    Aun los que nunca visitaron España, seguramente tienen referencia acerca de la rivalidad existente entre los catalanes y los madrileños, ya que los primeros luchan por su autonomía, en una España dominada por Madrid. Hasta en el fútbol,  los mayores rivales son el Real Madrid y Barcelona. Pues bien, Plácido Domingo es madrileño y José Carreras es catalán.

   Por cuestiones políticas, en 1984, Carreras y Domingo se volvieron enemigos.

    Siempre muy solicitados en todas partes del mundo, ambos hacían constar en sus contratos que solo se presentarían en determinado espectáculo si el adversario no fuese convidado.

    Pero en 1987, Carreras conoció un enemigo mucho más implacable que Plácido Domingo, Carreras fue sorprendido por un diagnóstico desafiante: leucemia.  Su lucha contra el cáncer fue sufrida y persistente. Se sometió a varios tratamientos, como auto trasplante de la medula ósea, además del cambio de sangre, lo que lo obligaba a viajar una vez por mes a Estados Unidos.

   Claro que en esas condiciones no podía trabajar y a pesar de ser dueño de una razonable fortuna, los altos costos de los viajes y del tratamiento rápidamente debilitaron sus finanzas. Cuando no tenía más condiciones financieras, tomó conocimiento de la existencia de una fundación en Madrid, cuya finalidad única era apoyar el tratamiento de leucémicos. Gracias al apoyo de la fundación, Carreras venció la dolencia y volvió a cantar. Demás está decir, que recibiendo nuevamente los altos caches que merecía, José Carreras trató de asociarse a la fundación.

   Pero leyendo sus estatutos descubrió que el fundador, mayor colaborador y presidente de la fundación era Plácido Domingo.

    Descubrió que este había creado la entidad en principio para atenderlo y que se había mantenido en el anonimato para no humillarlo al tener que aceptar auxilio de un enemigo.

   El encuentro más  conmovedor fue el encuentro de los dos, imprevisto por Plácido, en una de sus presentaciones en Madrid.

    Allí, Carreras interrumpe el evento y humildemente, arrodillándose a sus pies, le pide disculpas y le agradece en público.  Plácido lo levanta y con un fuerte abrazo, los dos sellan en ese instante el inicio de una gran amistad.

   En una entrevista de Plácido Domingo, donde la periodista le preguntaba por qué había creado la fundación  en un momento en que además de beneficiar a un "enemigo", había revivido al único artista que podría hacerle alguna competencia, su respuesta fue corta y definitiva:

    “Porque una voz como esa, no se puede perder...”

    Esta maravillosa historia  me conmovió hasta las entrañas cuando la recibí, me recuerda a las disputas médicas entre  la alopatía y la homeopatía, ya que por diversas razones  muchas personas se desvivieron por desacreditar a esta última.  Sin embargo,  pasaron más de doscientos años desde su nacimiento y cada vez más se puede observar el aumento de interconsultas entre ambas especialidades, aportando para el paciente, la riqueza en la diversidad y amplitud de contención de su sufrimiento.

   Vivimos en un mundo plagado de situaciones violentas y es el espíritu de nuestro periódico hacer una fuerte apuesta al amor y a la coexistencia pacífica de nuestro planeta.


 Dr. Sergio M. Rozenholc

martes, 24 de septiembre de 2013

Asunto de huellas

  
Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús Resucitado, iba a toda prisa por el Camino de la Vida, mirando por todas partes y buscando. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó:
- "Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano?"
   El anciano, encogiéndose de hombros le contestó:
- "Depende del tipo de cristiano que ande buscando".
- "Perdone", dijo contrariado el hombre, "pero soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay. Sólo conozco a Jesús".

   Y el anciano añadió:
- "Pues si, amigo hay de muchos tipos y maneras. Los hay para todos los gustos: Hay cristianos por cumplimiento, cristianos por tradición, cristianos por costumbres, cristianos por superstición, cristianos por obligación, cristianos por conveniencia, cristianos auténticos..."
- "¡Los auténticos! ¡Esos son los que yo busco! ¡Los de verdad!", exclamó el hombre emocionado.
- "¡Vaya!", dijo el anciano con voz grave. "Esos son los mas difíciles de ver. Hace ya mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo que usted".
- "¿Cómo podré reconocerle?"

   Y el anciano contestó tranquilamente:
- “No se preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo de sabios y engreídos. Lo reconocerá por sus obras. Allí donde van, siempre dejan huellas.”


   “A la hora de la muerte no seremos juzgados por el número de obras de mérito que hayamos realizado ni por el número de diplomas que hayamos cosechado a lo largo de nuestra vida. Seremos juzgados por el amor que hemos puesto en nuestras obras y gestos.”

   Y como dice en la Biblia, si no tenemos amor....nada somos.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Saliendo del pozo

   Se cuenta de cierto campesino que tenía una mula ya vieja. En un lamentable descuido, la mula cayó en un pozo que había en la finca. El campesino oyó los bramidos del animal, y corrió para ver qué ocurría. Le dio pena ver al animal en esa condición, pero después de analizar la situación, creyó que no había modo de salvarlo, y que más valía sepultarlo en el mismo pozo.


  Llamó a sus vecinos, les contó lo que estaba ocurriendo y les pidió que le ayudaran a enterrar la mula en el pozo para que no continuara sufriendo. Al principio, la mula se puso histérica. Pero a medida que los hombres continuaban paleando tierra sobre sus lomos, una idea vino a su mente. Se le ocurrió que cada vez que una pala de tierra cayera sobre sus lomos... ella debía sacudirse y subir sobre la tierra. Esto hizo, palada tras palada. ¡Sacúdete y sube... sacúdete y sube! No importaba cuán dolorosos fueran los golpes de la tierra y las piedras sobre su lomo, la mula luchó contra el pánico, y continuó sacudiéndose y subiendo.

 
Los hombres sorprendidos captaron la estrategia de la mula, y eso los alentó a continuar paleando. Poco a poco se pudo llegar hasta el punto en que la mula cansada y abatida pudo salir de un brinco de las paredes de aquel pozo. La tierra que hubiera sido su tumba, se convirtió en su bendición, gracias a la forma en que ella enfrentó la adversidad.


  No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana;  pero fiel es Dios,  que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir,  sino que dará también juntamente con la tentación la salida,  para que podáis soportar.” 1Cor.10:13 
¡ASÍ ES LA VIDA! Los mismos problemas nos dan el potencial para vencerlos.

martes, 17 de septiembre de 2013

¿CÓMO ES TU CORAZÓN?

   Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca. Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en el ni máculas, ni rasguños.

   Si, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto. Al verse admirado, el joven se sintió más orgulloso aún y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo lugar. De pronto un anciano se acercó y dijo: ¿Por qué dices eso, si tu corazón no es tan hermoso como el mío?

   Sorprendidos, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos, y estos habían sido reemplazados por otros que no correspondían, pues se veían bordes y aristas irregulares. Es mas, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.


  La mirada de la gente se sobrecogió, ¿cómo puede decir que su corazón es más hermoso? pensaron.

   El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado se echó a reír. ¿Debes estar bromeando? dijo, ¿comparar tu corazón con el mío... el mío es perfecto, en cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor? Es cierto; dijo el anciano, tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo... mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado, muchos, a su vez me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque me recuerdan el amor que hemos compartido.

    Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De ahí quedaron los huecos, dar amor es arriesgado pero, a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?

   El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció. El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez, arrancó un trozo del suyo, ya viejo y maltrecho y con él tapó la herida abierta del joven.

   La pieza se amoldó pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes. El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.

   ¿Y tu corazón... cómo es? Recuerda: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida.” Prov.4:23 



lunes, 16 de septiembre de 2013

A PESAR DE LOS ERRORES

   
Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor. Te regañe porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grite porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te levante por los cabellos  y te empuje  violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.

    Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mí tímidamente y yo solo te advertí que no te portaras mal.


  
Por la tarde, cuando regrese a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos unos pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mi te indique que caminaras erguido.

   Mas tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arroje la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grite que no soportaba mas ese escándalo y subí a mi cuarto.

   Al poco rato mi ira comenzó a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?

   Luego escuche unos golpecitos en la puerta. “Adelante” dije adivinando que eras tu. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Te mire con seriedad y pregunte: ¿Te vas a dormir?, ¿vienes a despedirte? No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.

   Te abrace y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu  delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un  beso suavemente en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba. “Hasta  mañana, papito” me dijiste.

   ¿Que es lo que estaba haciendo?, ¿por qué me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente no eras igual. Tú tenías unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobre todo, sabias demostrar amor.

   ¿Por qué me costaba tanto trabajo?, ¿por qué tenía el hábito de estar siempre enojado?, ¿qué es lo que me estaba  aburriendo? Yo también fui niño.

   ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme? Después de un rato entre a tu habitación y encendí una lámpara con cuidado. Dormías  profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebe.


   Me incline para rozar con mis labios tu mejilla, respire tu aroma limpio y dulce. No pude contener el sollozo y cerré los ojos. Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación.

  Si Dios me escucha y te permite vivir muchos años, algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo mas que a mi vida.

Dicen que Dios escribe derecho sobre renglones torcidos.”



lunes, 9 de septiembre de 2013

¡Viendo lo invisible!

    
A principios del siglo pasado, el escultor Gutzon Borglum (1871-1941) echó un vistazo a los peñascos de las montañas Negras de Dakota del Sur. Tuvo una visión futurista que nadie más había tenido: los rostros esculpidos de los presidentes estadounidenses George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y Theodore Roosevelt.

   Borglum y sus colaboradores se suspendieron de cuerdas a una altura de más de 150 metros por encima del valle. Usaron desde cinceles hasta dinamita para crear los rostros de cinco pisos de altura. Se necesitaron 14 años para terminar el proyecto.


   El ama de llaves de Borglum a veces iba a visitar el proyecto. Una vez preguntó a un trabajador: «¿Cómo supo el señor Borglum que el señor Lincoln estaba en esa roca?»  ¿Cómo? Borglum sabía lo que había en la roca porque vio con su ojo de artista lo que podía crear a partir de la materia prima con la cual tenía que trabajar.

   Y lo mismo pasa con Dios. Con su ojo artístico ve el potencial en el material humano menos prometedor y más difícil de todos. Con sus amorosas manos empieza a hacer de nosotros un monumento a Su genio y Su gracia. Dios «nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados» (Efesios 2:4-5), y nos dio vida en Cristo. Y te puede hacer a ti cada vez más parecido a Cristo, si te colocas en sus manos.



NUESTROS BORDES ÁSPEROS DEBEN CINCELARSE PARA SACAR LA IMAGEN DE CRISTO.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Dios Proveerá

   
Hubo un hombre que no tenía nada para dar de comer y alimentar a su familia. Solo tenía una vieja escopeta y tres balas. Entonces, decido que el podría ir afuera y matar algo para la cena.

    Mientras bajaba por el camino, el vio a un conejo y le disparo al conejo, pero le fallo el tiro y lo perdió.  Entonces vio una ardilla y disparo un tiro a la ardilla pero fallo también el tiro y la perdió. Siguió su camino mas adelante, el vio un pavo salvaje en un árbol y el solo le quedaba una sola bala,  pero una voz vino a él y dijo: “Ora primero, apunta alto, y mantén tu vista fija

   Sin embargo, al mismo tiempo, el vio un venado lo cual podría ser una mejor caza. El bajo el arma y apunto hacia el venado. Pero, el vio una serpiente cascabel entre medio de sus piernas a punto de morderlo,  el naturalmente tomo el arma y apunto hacia abajo para disparar a la serpiente cascabel.


   “Espera”, le dijo de nuevo la voz a el, “Yo dije ORA, apunta alto y mantén tu vista fija.” Entonces, el hombre decidió escuchar y obedecer a la voz. El hombre oro, apunto el arma hacia arriba alto en el árbol y disparo al pavo salvaje. La bala reboto en el pavo y mato al venado. El brazo de madera de la escopeta se le callo y golpeo en la cabeza tan fuerte a la serpiente que la mato. Cuando se le desmonto la escopeta también del impacto del tiro lo lanzo a un pozo de agua, cuando él se levantó miro a su alrededor, tenia peces en todos sus bolsillos, un venado muerto y un pavo para comer.

  La serpiente (Satanas) fue muerta simplemente porque el hombre escucho y obedeció a Dios.


Línea Final: Ora primero antes de hacer nada, apunta y dispara alto en tus metas, y mantén tu mirada puesta en Dios.  Pasa esto con el propósito de que alguien más sea bendecido. Nunca dejes que otros te desanimen concerniente a tu pasado. El pasado es exactamente eso “el pasado”. Vive cada día un día a la vez. Y recuerda que solo Dios conoce nuestro futuro y que el no nos va a poner en una situación que no podamos sobrellevar.  No mires ni confíes en el hombre para alcanzar tus bendiciones, mira y Confía a Dios. El abre puertas para ti que solo El las puede abrir. Puertas que tú no podrías colarte a través de ellas, pero puertas que solo El ha preparado por adelantado para ti en tu favor. Espera, y mantente firme, se paciente: Busca a Dios primeramente y todas las demás cosas te serán añadidas.

martes, 3 de septiembre de 2013

Desacertada confianza

       El hundimiento del Titanic en 1912 todavía despierta interés. Aún no han sido esclarecidos todos los detalles que dieron tan impactante dimensión a dicha catástrofe: 1.500 muertos. He aquí algunos pormenores no resueltos: ¿Por qué no fueron previstos suficientes botes salvavidas? Los botes sólo tenían lugar para 1.180 personas en vez de 2.200. ¿Por qué el Titanic siguió avanzando a gran velocidad, cuando bastante tiempo antes de la colisión con el iceberg había recibido una serie de advertencias por parte de otros barcos? ¿Y por qué sólo 711 lugares fueron ocupados en los botes salvavidas?

      
Por influencia de la prensa, la opinión pública consideraba que el Titanic no podía hundirse. Evidentemente la compañía naviera y la tripulación creían lo mismo, porque aun después del choque, un camarero aseguró a uno de los viajeros: –Ni Dios puede hundir este barco. Los pasajeros opinaban que «su» barco no era vulnerable como otros, que «su» navío era una excepción. Se pensaba que si las moles de hielo llegaban a amenazarlo, el Titanic y la tripulación acabarían con ellas. Y cuando se prepararon los botes salvavidas, algunos pasajeros temieron subir a bordo. Confiaban más en el gigante del mar que en el débil bote salvador.

       Y nosotros, ¿en qué confiamos? ¡Esta es la pregunta decisiva! El barco de nuestra vida puede parecer más espléndido que otros. Pero como cualquier otro, está herido por el pecado y destinado a hundirse. No hay excepciones. Sólo en Jesucristo hay salvación y seguridad. ¿Confiamos en él?


  “1 Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? 2  Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.” Sal.121:1-2