El hundimiento del Titanic en 1912 todavía despierta interés. Aún no han
sido esclarecidos todos los detalles que dieron tan impactante dimensión a
dicha catástrofe: 1.500 muertos. He aquí algunos pormenores no resueltos: ¿Por
qué no fueron previstos suficientes botes salvavidas? Los botes sólo tenían
lugar para 1.180 personas en vez de 2.200. ¿Por qué el Titanic siguió avanzando a gran velocidad,
cuando bastante tiempo antes de la colisión con el iceberg había recibido una
serie de advertencias por parte de otros barcos? ¿Y por qué sólo 711
lugares fueron ocupados en los botes salvavidas?
Y nosotros, ¿en qué confiamos? ¡Esta es la pregunta decisiva! El barco
de nuestra vida puede parecer más espléndido que otros. Pero como cualquier
otro, está herido por el pecado y destinado a hundirse. No hay excepciones.
Sólo en Jesucristo hay salvación y seguridad. ¿Confiamos en él?
“1 Alzaré
mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? 2 Mi socorro viene de Jehová, que hizo los
cielos y la tierra.” Sal.121:1-2
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