lunes, 9 de septiembre de 2013

¡Viendo lo invisible!

    
A principios del siglo pasado, el escultor Gutzon Borglum (1871-1941) echó un vistazo a los peñascos de las montañas Negras de Dakota del Sur. Tuvo una visión futurista que nadie más había tenido: los rostros esculpidos de los presidentes estadounidenses George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y Theodore Roosevelt.

   Borglum y sus colaboradores se suspendieron de cuerdas a una altura de más de 150 metros por encima del valle. Usaron desde cinceles hasta dinamita para crear los rostros de cinco pisos de altura. Se necesitaron 14 años para terminar el proyecto.


   El ama de llaves de Borglum a veces iba a visitar el proyecto. Una vez preguntó a un trabajador: «¿Cómo supo el señor Borglum que el señor Lincoln estaba en esa roca?»  ¿Cómo? Borglum sabía lo que había en la roca porque vio con su ojo de artista lo que podía crear a partir de la materia prima con la cual tenía que trabajar.

   Y lo mismo pasa con Dios. Con su ojo artístico ve el potencial en el material humano menos prometedor y más difícil de todos. Con sus amorosas manos empieza a hacer de nosotros un monumento a Su genio y Su gracia. Dios «nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados» (Efesios 2:4-5), y nos dio vida en Cristo. Y te puede hacer a ti cada vez más parecido a Cristo, si te colocas en sus manos.



NUESTROS BORDES ÁSPEROS DEBEN CINCELARSE PARA SACAR LA IMAGEN DE CRISTO.

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