martes, 4 de junio de 2013

Corriendo la carrera

  Es tan cierto en la vida como en las carreras: sólo los que están decididos alcanzan la meta. No son los hombres de negocios gordos que de vez en cuando hacen alarde en pistas de hacer ejercicio los que se ganan las medallas olímpicas.

  
Eric Liddell, en la película Carros de fuego, ilustra este principio. Justo antes del primer giro en una carrera de 400 metros, a Eric lo empujaron y perdió el equilibrio, y tropezó en la grama del campo. Cuando miró hacia arriba vio que los demás se alejaban.

   Con una mirada de intensa determinación, Eric se puso de pie de un salto. Con la cabeza hacia atrás y agitando los brazos, avanzó.
Estaba decidido, no sólo a alcanzar a los demás, sino a ganar la carrera. ¡Y ganó! Ese fue el tipo de fervor que el apóstol Pablo llevó a su ministerio. En 1 Corintios 9:24 dijo: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.” Pablo se veía a sí mismo como un atleta olímpico que compite por una medalla de oro, esforzando todo músculo de su cuerpo para llegar a la meta. ¿Y cuál es el premio? No es una recompensa temporal, sino «una corona imperecedera» (v.25). La victoria es posible para todo cristiano. ¡Así que corramos como si quisiéramos ganar!


LOS GANADORES NUNCA ABANDONAN, Y LOS QUE ABANDONAN, NUNCA GANAN.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario