jueves, 6 de junio de 2013

Capullo de Gusano

 
 Dos gusanos vivían en un árbol frondoso. En un momento dado, uno de ellos, movido de un fuerte impulso interior, comenzó a encerrarse en un capullo de seda. Hasta ese momento los dos habían sido grandes amigos.

-¿¡Qué estás haciendo!? - gritó espantado su compañero- ¿Te has vuelto loco?
   El impulso era tan fuerte que el gusano no respondió. Era un gusano que se emocionaba con facilidad cuando hacía algo nuevo.
-¿Ya has pensado lo que eso significa?
- siguió su compañero, que era mucho más reflexivo y prudente - ¡vas a aislarte del  árbol! ¿Y las jugosas hojas que estás dejando? ¿Y los nuevos brotes del tallo central? ¡No podrás comer ni moverte por el árbol si te encierras ahí!

   Dado que su compañero no respondía, el orador decidió buscar apoyo moral en los demás gusanos y trajo unos cuantos junto al capullo de seda, que ya estaba por terminarse.
- ¡No cierres aún, espera!


  Y escuchó al coro de gusanos que decía: “mira lo que dejas, mira lo que dejas...” pero se encerró tras la seda, pues el impulso era muy fuerte y no podía explicarlo.

   Los gusanos se quedaron mirando la cápsula de seda y pasaron toda la tarde comentando el suceso. “Se volvió loco”, decían. “¡Qué aburrida debe ser la vida ahí dentro!”, y “¡mira lo que se está perdiendo!, ¿A quién le cabe en la cabeza despreciar un árbol tan frondoso?... ¿tú te encerrarías ahí?... ¡con lo simpático y joven que era!”

   Después de un tiempo encontraron el capullo roto y vacío. No supieron qué pensar, así que decidieron mantener sus opiniones y seguir mascando hojas y ramitas sin volver a tocar el tema del capullo de seda.

   Mientras tanto una mariposa hermosísima se alejaba del árbol volando hacia el atardecer.

   ¿Qué importa ir contra corriente si el fruto de tu decisión te transforma en lo que siempre soñaste sin saberlo?  De todo te van a decir si decides seguir a Dios, serle fiel, entregarte a El. ¿Acaso no vale la pena?
 “Acordaos de la mujer de Lot. Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.” Lc.17: 32-33 

Aportado por P. Miguel Segura


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