lunes, 8 de julio de 2013

Ahora lo Entiendo


  Siendo niño pertenecí al Movimiento Scout. Ahí nos enseñaban, entre otras cosas, la importancia de la "Buena Acción" que consistía en realizar todos los días actos generosos y nobles, como recoger algún papel en la calle y botarlo en la papelera, ayudar en la casa a lavar platos, cuidar la fauna y la flora, ayudar a alguna persona anciana o impedida a cruzar la calle, etc. Me gustaba mucho cumplir esa tarea.

   Un día caminaba por una calle de la ciudad de Coro y vi a un perro tirado en plena vía sin poder moverse. Estaba herido, un carro lo había atropellado y tenía rotas las dos patas traseras, los vehículos le pasaban muy de cerca y mi temor era que lo mataran porque era imposible que él solo pudiera levantarse.

   Vi allí una gran oportunidad para hacer la "Buena Acción" y como buen Scout detuve el tráfico, me dispuse a rescatar al perro herido y ponerlo a salvo para entablillar-le las patas. Yo nunca había entablillado a nadie pero el "Manual Scout" decía cómo hacerlo. Con mucho amor y entrega me acerqué, lo agarré pero me clavó los dientes en las manos.
Inmediatamente me llevaron a la Sanidad y me inyectaron contra la rabia, aunque la rabia por la mordida no se me quitó con la vacuna.

   Durante mucho tiempo no entendí por qué el perro me había mordido si yo sólo quería salvarlo y no hacerle daño, no sé que pasó y no me lo pude explicar. Yo quería ser su amigo, es más, pensaba curarlo, bañarlo, dejarlo para mí y cuidarlo mucho. Esta fue la primera decepción que sufrí por intentar hacer el bien, no lo comprendí. Que alguien haga daño al que lo maltrata es tolerable, pero que trate mal a quien lo quiera ayudar no es aceptable.

   Pasaron muchos años hasta que vi claro que el perro no me mordió, quien me mordió fue su herida; ahora si lo entiendo perfectamente.
   Cuando alguien está mal, no tiene paz, está herido del alma y si recibe amor o buen trato: ¡Muerde! Pero él no hunde sus dientes, es su herida la que los clava.

   Comprende el malestar de las personas que te rodean.
Cuando alguien te grita, te ofende, te critica o te hace daño no lo hace porque te quiere mal sino porque está herido, está herido del alma, se siente mal o algo malo está pasando por su vida. No te defiendas ni lo critiques, más bien compréndelo, acéptalo y ayúdale. Ahora lo entiendo.


Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.” 2Tes.3:13

jueves, 4 de julio de 2013

Desde una silla de ruedas

   
Una mujer llamada Nancy puso el siguiente anuncio en su periódico local: “Si se siente solo o tiene algún problema, llámeme. Yo estoy en una silla de ruedas y raras veces salgo. Podemos compartir nuestros problemas mutuamente. Sólo tiene que llamarme. Me encantaría conversar.” La respuesta a ese anuncio fue sorprendente: 30 llamadas o más por semana.

  ¿Qué motivó a esta mujer a querer llegar a los demás desde su silla de ruedas para ayudar a los necesitados? Nancy explicó que antes de su parálisis había disfrutado de perfecta salud, pero se encontraba muy desesperada. Trató de suicidarse saltando desde la ventana de su apartamento, pero la caída la dejó paralítica de la cintura para abajo.

   En el hospital, totalmente frustrada, percibió que Jesús le decía: “Nancy, has tenido un cuerpo sano, pero el alma lisiada. Desde ahora vas a tener un cuerpo lisiado y un alma sana.” Como resultado de esa experiencia entregó su vida a Cristo. Cuando finalmente le permitieron volver a la casa oró para encontrar una manera de compartir la gracia de Dios con los demás, y se le ocurrió la idea del periódico.

   Todos los creyentes pueden hacer algo para ayudar a los demás. Por limitados que estemos por una enfermedad, ancianidad o incapacidad, aún podemos orar, llamar o escribir. Cualquiera que sea nuestra condición podemos ser testigos eficaces de Cristo.


ES SÓLO CUANDO HEMOS HABLADO CON DIOS SOBRE LA GENTE QUE PODEMOS HABLAR CON LA GENTE SOBRE DIOS

lunes, 1 de julio de 2013

Cada uno da de lo que tiene...

  
Hace algún tiempo, mi mujer ayudó a un turista suizo en Ipanema, quien dijo haber sido víctima de unos ladronzuelos. Con un marcado acento, y en pésimo portugués, afirmaba haberse quedado sin pasaporte, sin dinero y sin un lugar para dormir.

  Mi mujer le pagó el almuerzo, le dio la cantidad necesaria para que pudiera pasar la noche en un hotel, hasta que se pusiera en contacto con su embajada, y se fue.

  Días después, un diario carioca publicaba la noticia de que el tal “turista suizo” era en realidad un original malandra carioca, que simulaba un falso acento y abusaba de la buena fe de las personas que amaban Río y querían compensar la imagen negativa que -justa o injustamente- se transformó en nuestra tarjeta de presentación.

  
Al leer la noticia, mi esposa sólo comentó: “no será esto lo que impida que ayude a la gente”.

  Su comentario me hizo recordar la historia del sabio que, cierta tarde, llegó a la ciudad de Akbar. Las personas no dieron mucha importancia a su presencia y sus enseñanzas no consiguieron interesar a nadie. Después de algún tiempo, él pasó a ser motivo de risa y burlas por parte de los habitantes de la ciudad.

   Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres comenzó a insultarlo. Pero en lugar de fingir que no se daba cuenta de lo que ocurría, el sabio se acercó a ellos y los bendijo.

Uno de los hombres comentó:
- ¿Será, después de todo, que el hombre es sordo? ¡Le gritamos cosas horribles y él sólo nos responde con palabras bellas!

- Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene -fue la respuesta del sabio.


martes, 25 de junio de 2013

Abrazo de Oso

   Este cuento se refiere a un hombre joven cuyo hijo había nacido recientemente y era la primera vez que sentía la experiencia de ser papá.  A este personaje lo llamaremos Alberto, y en su corazón reinaban la alegría y los sentimientos de amor que brotaban a raudales dentro de su ser.

   Un buen día le dieron ganas de entrar en contacto con la naturaleza, pues a partir del nacimiento de su bebé, todo lo veía hermoso y aún el ruido de una hoja al caer le sonaba a notas musicales.

    Así fue que decidió ir a un bosque; quería oír el canto de los pájaros y disfrutar toda la belleza.  Caminaba plácidamente respirando la humedad que hay en estos lugares, cuando de repente vio posada en una rama un águila que lo sorprendió por la belleza de su plumaje.

    El águila también había tenido la alegría de recibir a sus polluelos y tenía como objetivo llegar hasta el río más cercano, capturar un pez y llevarlo a su nido como alimento; pues significaba una responsabilidad muy grande criar y formar a sus aguiluchos para enfrentar los retos que la vida ofrece.

   El águila, al notar la presencia de Alberto, lo miró fijamente y le preguntó:  "¿Adónde te diriges buen hombre?, veo en tus ojos la alegría."   Por lo que Alberto le contestó:  "Es que ha nacido mi hijo y he venido al bosque a disfrutar, pero me siento un poco confundido."

    El águila insistió:  "Oye, ¿y qué piensas hacer con tu hijo?".

   Alberto le contesto:  "Ah, pues ahora y desde ahora, siempre lo voy a 
proteger, le daré de comer y jamás permitiré que pase frío.  Yo me encargaré de que tenga todo lo que necesite y día con día yo seré quien lo cubra de las inclemencias del tiempo, lo defenderé de los enemigos que pueda tener y nunca dejaré que pase situaciones difíciles.  No permitiré que mi hijo pase necesidades como yo las pasé, nunca dejaré que eso suceda, porque para eso estoy aquí, para que él nunca se esfuerce por nada."

    Y para finalizar agregó:  "Yo como su padre, seré fuerte como un oso y con la potencia de mis brazos lo rodearé, lo abrazaré y nunca dejaré que nada ni nadie lo perturbe."

   El águila no salía de su asombro, atónita lo escuchaba y no daba crédito a lo que había oído. Entonces, respirando muy hondo y sacudiendo su enorme plumaje, lo miró fijamente y dijo:  "Escúchame bien buen hombre.  Cuando recibí el mandato de la naturaleza para empollar a mis hijos, también recibí el mandato de construir mi nido; un nido confortable, seguro, a buen resguardo de los depredadores.  Pero también le he puesto ramas con muchas espinas, ¿y sabes por qué?.  Porque aún cuando estas espinas están cubiertas por plumas, algún día, cuando mis polluelos hayan emplumado y sean fuertes para volar, haré desaparecer todo este confort y ellos ya no podrán habitar sobre las espinas.  Eso les obligará a construir su propio nido.  Todo el valle será para ellos, siempre y cuando realicen su propio esfuerzo para conquistarlo con todo; sus montañas, sus ríos llenos de peces y praderas llenas de conejos.  Si yo los abrazara como un oso, reprimiría sus aspiraciones y deseos de ser ellos mismos; destruiría irremisiblemente su individualidad y haría de ellos individuos indolentes, sin ánimo de luchar ni alegría de vivir.  Tarde que temprano lloraría mi error, pues ver a mis aguiluchos convertidos en ridículos representantes de su especie me llenaría de remordimiento y gran vergüenza; pues tendría que cosechar la impertinencia de mis actos, viendo a mi descendencia imposibilitada para tener sus propios triunfos, fracasos y errores, porque yo quise resolver todos sus problemas."

    "Yo, amigo mío, -continuó el águila-, podría jurarte que después de Dios he de amar a mis hijos por sobre todas las cosas, pero también he de prometer que nunca seré su cómplice en la superficialidad de su inmadurez.  He de entender su juventud, pero no participaré de sus excesos.  Me he de esmerar en conocer sus cualidades, pero también sus defectos y nunca permitiré que abusen de mí en aras de este amor que les profeso."

    El águila calló y Alberto no supo qué decir, pues seguía confundido y mientras entraba en una profunda reflexión; ésta, con gran majestuosidad levantó el vuelo y se perdió en el horizonte.

    Alberto empezó a caminar mientras miraba fijamente el follaje seco disperso en el suelo, sólo pensaba en lo equivocado que estaba y el terrible error que iba a cometer al darle a su hijo el abrazo del oso.

    Reconfortado, siguió caminando.  Sólo pensaba en llegar a casa para abrazar a su bebé, pensando que abrazarlo sólo sería por segundos, ya que el pequeño empezaba a tener la necesidad de su propia libertad para mover piernas y brazos sin que ningún oso protector se lo impidiera.

   A partir de ese día Alberto empezó a prepararse para ser el mejor de los padres.


viernes, 21 de junio de 2013

Conserva tu tenedor....


 Había una mujer que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable y a la que le habían dado sólo tres meses de vida. Así que empezó a poner sus cosas “en orden”. Contactó a su sacerdote y lo citó en su casa para discutir algunos aspectos de su última voluntad. Le dijo qué canciones quería que se cantaran en su misa de cuerpo presente, qué lecturas hacer y con qué traje deseaba ser enterrada. La mujer también solicitó ser enterrada con su Biblia favorita. Todo estaba en orden y el sacerdote se estaba preparando para irse cuando la mujer recordó algo muy importante para ella.
- Hay algo más, dijo ella exaltada.
- ¿Qué es?, preguntó el sacerdote.
- Esto es muy importante, continuó la mujer. Quiero ser enterrada con un tenedor en mi mano derecha.

El sacerdote quedó impávido mirando a la mujer, sin saber exactamente qué decir.
- ¿Eso lo sorprende o no? preguntó la mujer
- Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud, dijo el sacerdote.
La mujer explicó:
- En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas de compromiso, siempre recuerdo que cuando se retiraban los platos del platillo principal, alguien inevitablemente se agachaba y decía, "Quédate con tu tenedor". Era mi parte favorita porque sabía que algo mejor estaba por venir... como pastel de chocolate o pay de manzana. Algo maravillosos y sustancioso!

  Así que quiero que la gente me vea dentro de mi ataúd con un tenedor en mi mano y quiero que se pregunten: “¿Qué onda con el tenedor?”
Después quiero que usted les diga: “Se quedó con su tenedor porque lo mejor está por venir.”

   Los ojos del sacerdote se llenaron de lágrimas de alegría mientras abrazaba a la mujer despidiéndose. El sabía que esta sería una de las últimas veces que la vería antes de su muerte. Pero también sabía que la mujer tenía un mejor concepto de la esperanza cristiana que él mismo. Ella sabía que algo mejor estaba por venir.

   Durante el funeral, la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el precioso vestido que llevaba, su Biblia favorita y el tenedor puesto en su mano derecha. Una y otra vez el sacerdote escuchó la pregunta: “¿Qué onda con el tenedor?” Y una y otra vez sonrió.

   Durante su mensaje, el sacerdote le platicó a las personas la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de morir. También les habló acerca del tenedor y qué era lo que significaba para ella. El sacerdote les dijo a las personas cómo él no podía dejar de pensar en el tenedor y también que probablemente ellos tampoco podrían dejar de pensar en él. Estaba en lo correcto.

   Así que, la próxima vez que tomes en tus manos un tenedor, déjalo recordarte que lo mejor está aún por venir...



miércoles, 19 de junio de 2013

El cirujano y el niño

 

 Mañana en la mañana abriré tu corazón le explicaba el cirujano a un niño. Y el niño interrumpió: -¿Usted encontrará a Jesús allí?

   El cirujano se quedó mirándole, y continuó: -Cortaré una pared de tu corazón para ver el daño completo. Pero cuando abra mi corazón, ¿encontrará a Jesús ahí?, volvió a interrumpir el niño.

   El cirujano se volvió hacia los padres, quienes estaban sentados tranquilamente. Cuando haya visto todo el daño allí, planearemos lo que sigue, ya con tu corazón abierto. Pero, ¿usted encontrará a Jesús en mi corazón? La Biblia bien claro dice que Él vive allí. Las alabanzas todas dicen que Él vive allí.... ¡Entonces usted lo encontrará en mi corazón!

    El cirujano pensó que era suficiente y le explicó: Te diré que encontraré en tu corazón...
Encontraré músculo dañado, baja respuesta de glóbulos rojos, y debilidad en las paredes y vasos. Y aparte me daré cuenta si te podemos ayudar o no. ¿Pero encontrará a Jesús allí también? Es su hogar, Él vive allí, siempre está conmigo.

  
El cirujano no toleró más los insistentes comentarios y se fue. Enseguida se sentó en su oficina y procedió a grabar sus estudios previos a la cirugía: aorta dañada, vena pulmonar deteriorada, degeneración muscular cardíaca masiva. Sin posibilidades de trasplante, difícilmente curable. Terapia: analgésicos y reposo absoluto.
Pronóstico: tomó una pausa y en tono triste dijo: muerte dentro del primer año. Entonces detuvo la grabadora. Pero, tengo algo más que decir: ¿Por qué? Pregunto en voz alta ¿Por qué hiciste esto a él? Tú lo pusiste aquí, tú lo pusiste en este dolor y lo has sentenciado a una muerte temprana. ¿Por qué?

   De pronto, Dios, nuestro Señor le contestó: El niño, mi oveja, ya no pertenecerá a tu rebaño porque él es parte del mío y conmigo estará toda la eternidad. Aquí en el cielo, en mi rebaño sagrado, ya no tendrá ningún dolor, será confortado de una manera inimaginable para ti o para cualquiera. Sus padres un día se unirán con él, conocerán la paz y la armonía juntas, en mi reino y mi rebaño sagrado continuará creciendo.

   El cirujano empezó a llorar terriblemente, pero sintió aún más rencor, no entendía las razones. Y replicó: Tú creaste a este muchacho, y también su corazón ¿Para qué? ¿Para que muera dentro de unos meses?

   El Señor le respondió: Porque es tiempo de que regrese a su rebaño, su tarea en la tierra ya la cumplió. Hace unos años envié una oveja mía con dones de doctor para que ayudara a sus hermanos, pero con tanta ciencia se olvidó de su Creador. Así que envié a mí otra oveja, el niño enfermo, no para perderlo sino para que regresara a mí aquella oveja perdida hace tanto tiempo.

   El cirujano lloró y lloró inconsolablemente.

   Días después, luego de la cirugía, el doctor se sentó a un lado de la cama del niño; mientras que sus padres lo hicieron frente al médico. El niño despertó y murmurando rápidamente preguntó:
-¿Abrió mi corazón?
Si - dijo el cirujano-
-¿Qué encontró? preguntó el niño. Tenías razón, encontré allí a Jesús.
Dios tiene muchas maneras y formas diferentes para que tú regreses a su lado.


NOTAS: No es curioso lo fácil que es despreciar a Dios y luego preguntarse por qué el mundo se está yendo al infierno.
No es curioso cómo alguien puede decir “Creo en Dios” y seguir a Satanás, (quien a propósito, también cree en Dios).
    No es curioso que envíes miles de mensajes con chistes a través del correo electrónico, los cuales se riegan como pólvora, pero cuando empiezas a enviar mensajes que se refieren a El Señor, la gente lo piensa dos veces antes de compartirlos?
   No es curioso que cuando llegue el momento de re enviar este mensaje, lo vas a dejar de enviar a muchas de las personas que tienes registradas en tu libreta de direcciones pues no estás seguro(a) de lo que vayan a pensar de ti.
    No es curioso cómo la gente puede estar más preocupada de lo que los demás piensen de ellos que lo que piense Dios.

lunes, 17 de junio de 2013

El Regalo de un padre.

    El día que mi hija nació, sinceramente, no sentí gran alegría. ¡Yo quería un niño! En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa de mi Andreita y por la infinita inocencia de su mirada fija y penetrante. Fue entonces cuando empecé a amarla con locura. Su carita y su mirada no se apartaban ni por un instante de mis pensamientos, la veía en cada niña, todo mi mundo, era ella.

   Una tarde, mi familia y la de mi amigo Raúl fuimos de picnic a la orilla de un río que había muy cerca de casa. De pronto la niña preguntó a su padre:

- Papi, cuando cumpla quince años ¿Cuál será mi regalo?

- Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que todavía falta mucho para que cumplas los quince?

- Bueno papito, tu siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.

   Todos reímos con la ocurrencia de Andreita y seguimos disfrutando del picnic y hablando de otras cosas.

   Pasó el tiempo y una mañana me encontré con Raúl frente al colegio donde estudiaba mi hija, que ya tenía catorce años. Le comenté con gran orgullo las excelentes calificaciones y los conmovedores comentarios que le habían escrito sus profesores.

   Andreita ocupaba toda la alegría de la casa, en la mente, en el corazón de la familia, y especialmente en el de su papá.

    Fue un domingo muy temprano que nos dirigíamos a la iglesia, cuando Andreita tropezó con algo, eso creíamos todos, y dio un traspié, su papá la sujetó de inmediato para que no cayera. Pero ya instalados en la iglesia, vimos cómo Andreita fue cayendo lentamente sobre el banco y perdió el conocimiento. La tomamos en brazos, mientras su papá buscaba un taxi para llevarla al hospital; Andreita estuvo en coma durante diez días y fue entonces cuando le informaron a Oscar que su hija padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón. Le dijeron que no era algo definitivo, y que debían esperar a practicarle otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme.

  Los días iban pasando, Oscar renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Andreita. Una mañana Oscar se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:

-¿Voy a morir, verdad? ¿Qué te dijeron los médicos?

- No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan bueno no permitirá que pierda lo que más amo en mi vida, respondió el padre.

-Cuando alguien muere, ¿adónde va? Desde donde esté ¿podrá ver a su familia? ¿Sabes si se puede regresar? ... Preguntaba Andreita.

-Bueno hija... en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo, pero si yo muriera, no te dejaría sola, estando en el más allá buscaría la manera de comunicarme contigo, si hiciera falta utilizaría el viento para venir a verte.

-¿Y cómo lo harías?

- No tengo la menor idea hijita, sólo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

   Ese mismo día por la tarde, llamaron a Oscar, la situación era grave, su hija se estaba muriendo y necesitaban un corazón urgentemente, pues el de ella no resistiría más de quince o veinte días.


¿De dónde sacar un corazón? ¿Cómo conseguir uno?

   Ese mismo mes, Andreita cumpliría quince años. Y por fin, ocurrió lo que parecía imposible, fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas iban a cambiar.

  El domingo Andreita ya estaba operada, todo salió como los médicos habían planeado. ¡Éxito total!

   Sin embargo, Oscar no había vuelto por el hospital y Andreita lo extrañaba muchísimo, su mamá le decía que todo estaba bien y que su papá estaba trabajando para sostener la familia.

   Andreita permaneció en el hospital durante quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte, y así lo hicieron.

  
Precisamente el día de su cumpleaños, le dieron el alta médica, Andreita estaba feliz e ilusionada. Al llegar a casa todos se sentaron en el sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entregó una carta de su padre:







Andreita, hijita de mi corazón: Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuanto tenías diez añitos y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás haría por mi hija... Te regalo mi corazón, mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que quieras.  ¡¡Vive hija!!   ¡¡Te amo con todo mi corazón!!”

   Andreita lloró todo el día y toda la noche. Al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá; lloró como nadie lo ha hecho y susurró: “Papá, ahora puedo comprender cuánto me amabas. Yo también te amaba y aunque nunca te lo dije, ahora comprendo la importancia de decir “TE AMO”, perdóname por haber guardado silencio tantas veces”.

   En ese instante las copas de los árboles se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y una suave brisa acarició las mejillas de Andreita, ella entre sollozos, sonrió, alzó la mirada al cielo, secó las lágrimas de su rostro, se levantó y emprendió regreso a su hogar.

Nuestros hijos son lo más hermoso que podemos tener.

Ámales, dedícales tus mejores momentos.

No descargues tus frustraciones sobre ellos ni les pongas en medio de discusiones o situaciones de tensión.


Cada día, a cada instante exprésales tu amor de diferentes maneras, y diles que los amas, aunque te cueste.