lunes, 21 de octubre de 2013

Amaos los unos a los otros

   Ruth miró en su buzón del correo, tan solo había una carta. La tomó y la miró antes de abrirla, pero  no había sello ni marcas del correo, solamente su nombre y dirección. Leyó la carta:


Querida Ruth:
                       Estaré en tu vecindario hoy viernes en la tarde y pasaré a visitarte.

                            Con amor, Jesús

   Sus manos temblaban cuando puso la carta sobre la mesa. ¿Por qué querrá venir a visitarme el Señor? No soy nadie en especial, no tengo nada que ofrecerle. Pensando en eso, Ruth recordó el vacío reinante en los estantes de su cocina. ¡Ay no! ¡No tengo nada para ofrecerle! Tendré que ir a comprar algo. Bueno, comprare algo de pan y alguna otra cosa. Se echó un abrigo encima y se apresuro a salir."
Dos canillas, medio kilo de queso y un cartón de leche. Y Ruth se quedó con solamente 1000 Bs. que le deberían durar hasta el lunes. Aun así se sintió bien camino a casa, con sus humildes ingredientes bajo el brazo.

   “Oiga, señora, ¿nos puede ayudar, señora?” Ruth estaba tan absorta pensando en la cena que no vio las dos figuras que estaban de pie en el pasillo. Un hombre y una mujer, los dos vestidos con poco más que harapos.


Mire, señora, no tengo empleo, usted sabe, y mi esposa y yo hemos estado viviendo allá afuera en la calle y, bueno... está haciendo frío y nos está dando hambre, y bueno, si usted nos puede ayudar, señora, estaríamos muy agradecidos...”

    Ruth los miró con más cuidado. Pensó que ellos podrían obtener algún empleo si realmente quisieran.

-        Señor, les quisiera ayudar, pero yo misma soy una mujer pobre. Todo lo que tengo es un poco de pan y leche, pero tengo un huésped muy importante para esta noche y planeaba servirle eso a El.”

-        Si, bueno, si señora, entiendo. Gracias de todos modos.”

    El hombre puso su brazo alrededor de los hombros de su esposa y se dirigieron a la salida. A medida que los veía saliendo, Ruth sintió un latido familiar en su corazón.

-        “Señor, espere!”

    La pareja se detuvo y volteó a medida que Ruth corría hacia ellos y los alcanzaba en la calle.
-        “Mire: ¿por qué no toma esta comida? Algo se me ocurrirá para servir a mi invitado.”

Extendió la mano con la bolsa de víveres.

-        “Gracias, señora, muchas gracias!” “Si, gracias!”, dijo la mujer y Ruth pudo notar que estaba temblando de frío.

-        “¿Sabe? Tengo otro abrigo en casa. Tome este”, Ruth desabotonó su abrigo y lo deslizó sobre los hombros de la mujer. Y sonriendo, volteó y regresó camino a casa.

   Sin su abrigo y sin nada que servir a su invitado.

-        “¡Gracias, señora, muchas gracias!”

     Ruth ahora no tenía nada para ofrecerle al Señor. Buscó la llave en la cartera para abrir  la puerta. Mientras lo hacía notó que había otra carta en el buzón. “Que raro, el cartero no viene dos veces en un día.” Tomó el sobre y lo abrió:


Querida Ruth:
                            Qué bueno fue volverte a ver. Gracias por la deliciosa cena, y gracias también por el hermoso abrigo.

                     Con amor, Jesús


    El aire todavía estaba frío, pero aún sin su abrigo, Ruth no lo notó.

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