viernes, 10 de febrero de 2017

LAS SIETE REGLAS DEL GALLO...!

No digas nunca que no sirves, para Dios todos servimos (aunque no todos para lo mismo). Si Dios pudo usar un simple gallo para recuperar un misionero como Pedro, también puede usarte a ti.


Sencillamente las 7 reglas del gallo:

1- El gallo se levanta temprano e inmediatamente emprende su tarea (que Dios le ha confiado).
2- El gallo no se niega a cantar porque existan ruiseñores. Hace lo que puede, lo mejor que sabe.
3- El gallo sigue cantando aunque nadie lo anime ni se lo agradezca. En realidad, no espera que nadie lo haga.
4- El gallo despierta a los que duermen. Su tarea es impopular, pero necesaria.
5- El gallo proclama buenas noticias: Acaba de amanecer. Ante ti tienes por estrenar un nuevo día, lleno de magníficas oportunidades.
6- El gallo es fiel cumplidor de su tarea. Se puede contar con él. No falla nunca. Es un excelente centinela.
7- El gallo nunca se queja de tener que hacer siempre lo mismo, de que nadie le felicite o de que a nadie le importe.


“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.” Colosenses 3:23

miércoles, 20 de mayo de 2015

El siguiente artículo no es de mi autoría, pero consideré importante compartirlo con ustedes, que les sea de bendición!
No hay fruto que no cueste todo
Solo quienes se entregan al trato de Dios pueden ver el esperado fruto


   El esfuerzo fue muy grande no tuvimos todo el fruto, pero lo más importante fue nuestro entrenamiento. Fue un tiempo de escasez, de soledad y de aflicciones que nos hacía dudar del llamado y de mis condiciones para emprender lo que para mí parecía algo sencillo.

   El grano había sido puesto en la tierra, y estaba muriendo…Era el camino ineludible que todo plantador de iglesia, en mayor o menor medida, experimenta.

   Una vieja canción que cantaba años atrás decía: “Se cómo el grano de trigo que cae en tierra y desaparece. Y aunque te duela la muerte de hoy, mira la espiga que crece”.

Jesús mismo es el grano de trigo que cayó en tierra. La semilla, más allá de algunas que se utilizan como alimento, no tiene ninguna utilidad fuera de la tierra. Las hay de diversos tamaños, formas y colores. Todas ellas tienen vida latente en su interior, protegidas por su cáscara, pero hasta que no son puestas en la tierra, quedan sepultadas en la oscuridad, y la cáscara comienza a descomponerse y se parte, la vida que hay en el interior no puede desarrollarse.

   Hay una atracción eterna entre la semilla y la tierra. La tierra espera con ansias abrazar la semilla, y esta sabe que necesita de la tierra para desplegar la vida que tiene adentro. Sabe que si no desaparece, si no es escondida en lo oculto, nunca alcanzará el sentido de su vida.

   De la misma manera, de nada sirve que nos gloriemos en nuestros talentos, virtudes y conocimientos, mientras no nos pongamos en las manos de Dios. Sus manos son la tierra bendita que toda semilla necesita. Solo en sus manos nuestras posibilidades pueden transformarse en una poderosa realidad, y aquellos dones que Dios nos ha confiado se despliegan hasta alcanzar los frutos deseados por el Creador.

   Así como la semilla, soñamos ser un día espiga, llena de granos. Esos sueños nos conmueven y  nos llevan a buscar alcanzarlos, pero en ese afán omitidos un detalle: hay que caer en la tierra, y morir.

 El papel del sufrimiento

   Como dice Ralph Mahoney, debemos alcanzar una “paciencia sufrida”, sabiendo que el proceso de Dios con nosotros depende de la magnitud del llamado y de la manera en que reaccionamos a su trato. Por eso es bueno establecer que todos, sin excepción, pasamos por sufrimientos. Este es común a todos los hombres, aún de los hombres de fe, para que creamos la fantasía de que sufrimos porque no tenemos fe. “En el mundo van a tener aflicción”, dijo Jesús. Esto echa por tierra los argumentos de que “todo lo malo me pasa a mí”. Dios permite que pasemos por el sufrimiento. ¿Para qué? Meditemos juntos el propósito del dolor.

   Las pruebas y sufrimientos nos examinan. Dios quiere purificar nuestras intenciones. Quiere conocer si le servimos solo porque nos bendice. Frente a la integridad de Job, Satanás provoca a Dios diciéndole “No en balde te sirve con tanta fidelidad. Tú no dejas que nadie lo toque. Quítale todo lo que tiene y verás cómo te maldice en tu propia cara”. Dios le permite tocar sus bienes y cuando el diablo lo hizo vemos la reacción de Job: “Se inclinó en adoración”, más adelante declaró: “Aunque él me mate, me mantendré firme, con tal de presentarle mi defensa cara a cara” (Job 13:15)  Su amor se mantuvo fiel ante las más terribles adversidades. Finalmente Dios le restauró dos veces más las riquezas que poseía.

El apóstol Pedro señala claramente que Dios nos examina por fuego “….no se extrañen de verse sometidos al fuego de la prueba, como si fuera algo extraordinario”, y el Salmo 11:5 afirma “El Señor prueba al justo”. A Dios no le alcanzan las palabras, necesita probar nuestra fidelidad en situaciones donde fácilmente podríamos retroceder.

   Las pruebas y sufrimientos nos humillan y quebrantan nuestra voluntad. Dios conoce nuestra humanidad y sabe que somos orgullosos. La soberbia emerge cuando nuestro ministerio comienza a prosperar y vemos éxito en todo lo que emprendemos. Algo parecido le ocurría al pueblo de Israel, por lo que Moisés tuvo que recordarles “no se llenen de orgullo ni se olviden del Señor su Dios, que los sacó de Egipto, donde eran esclavos; que los hizo marchar por el grande y terrible desierto, lleno de serpientes venenosas y escorpiones, y donde no había agua”.

   Dios permitió que los israelitas atravesaran un desierto inhóspito y lleno de peligros, para “humillarlos y ponerlos a prueba” y agrega “para bien de ustedes”. ¿Cuál es el bien de semejante trato? Para que aprendieran que Dios era su única salvación y que “no se les ocurra pensar: Toda esta riqueza la hemos ganado con nuestro propio esfuerzo”.

  Las pruebas y sufrimientos nos hacen depender de Dios. Él no elige hombres que se gloríen en su conocimiento, su educación o sus talentos. Sino hombres que reconozcan su debilidad y sometan su voluntad a Dios. Dios busca hombres fieles.

   Pablo le cuenta a los corintios que en la provincia de Asia tuvieron una prueba tan dura que ya no podían resistir más, y hasta habían perdido la esperanza de salir con vida. “Nos sentíamos como condenados a muerte”, relató, pero luego agregó: “Esto sirvió para enseñarnos a no confiar en nosotros mismos, sino en Dios”. Él nos dice: “Si eres fuerte en tu opinión, yo no puedo usarte. Si puedes hacerlo tú mismo, no me necesitas”, mientras que, cuando no dependemos de nuestras fuerzas, entonces recibimos sus fuerzas.
   Las pruebas y sufrimientos producen madurez y perseverancia. Santiago nos enseña que no debemos escaparle a la prueba, sino que debemos someternos a ella, sabiendo que produce fortaleza. Detrás de cada prueba hay una lección que Dios quiere enseñarnos, un área donde quiere que maduremos, un aspecto de nuestro carácter que debe rendirse y morir en la cruz. Las pruebas y sufrimientos nos hace obedientes. Dios tiene que moldear nuestro carácter, tiene que destruir toda resistencia a su voluntad si vamos a ser usados por Él. Si debemos padecer o sufrir para que aprendamos a depender de Él, lo hará, como la disciplina de un padre a su hijo.

   Las pruebas y sufrimientos nos permiten recibir el poder de Dios. Hay que ser reducido a la debilidad y soportar con paciencia para que Dios pueda tomarnos en sus manos y usarnos como un instrumento de poder. Pero también las pruebas y los sufrimientos nos permiten conocer el consuelo de Dios. La diferencia entre los incrédulos y los hijos de Dios, es que nosotros tenemos consuelo. Ellos no. “No los dejaré huérfanos, vendré a vosotros”, dijo Jesús,  quien vino a través del Consolador.

   El haber sido consolados nos habilita para poder consolar a los demás. El dolor nos hace sensible para entender el sufrimiento ajeno y nos habilita para consolar otros. La consolación es un precioso ministerio, pero no se adquiere estudiando, sino en el terreno mismo de las experiencias dolorosas. “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios”. ¿Cómo? Teniendo misericordia, identificándonos con el que llora, acompañándolo en su sufrimiento, orando por él, ministrándole ánimo, cubriendo sus necesidades.

   Cristo sembró su vida por amor a nosotros. Él dijo: “Les aseguro que si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda él solo; pero si muere, da abundante cosecha”. La esencia de Cristo es el amor, la entrega, el sacrificio. Su acto más sublime se manifestó en la cruz. Por eso, la semilla que está sembrada en nuestro corazón tiene una cruz en sus genes. Así como Cristo caminaba hacia el sacrificio, consciente de que debía morir para dar vida, esta semilla tiene clara su misión. Y confía, en el tiempo de Dios verás los frutos de tu entrega.


Por Roberto Vilaseca

jueves, 2 de abril de 2015

Reset

Reset




   ¿Qué tal amigo?: 

                             Hoy quiero compartir una nota personal....
                       ¡Ya estamos entrados en el 2015! Con alguno de ustedes hace tiempo que no hablamos y con otros nunca tuvimos la oportunidad de hacerlo y es una alegría poder hacerlo esta primera vez.

      El año 2014 quedó atrás y con ello diferentes circunstancias, al mirar hacia atrás podemos ver momentos de alegría y también de tristeza.

     Como ministerio YHAN (www.yohagoalgonuevo.org)  ha sido un año bendecido; nos gozamos con lo que el Señor ha hecho en El Salvador. ¡Fue un año de superar metas y de hacer y aprender “cosas nuevas”! Según el informe final 492 personas tomaron una decisión por Cristo, 132 se reconciliaron con el Señor; fueron 2.794 atenciones médicas con la entrega de 8.472 dosis de medicamentos; además de 3.600 paquetes de arroz fortificados. ¡¡En un país donde se nos decía que no había medicamentos en los hospitales y donde los que fuimos no contábamos con recursos!! Esto es solo un resumen de los 15 días de ver milagros cada día; nuestro Dios es grande y está haciendo Cosa Nueva!

   A título personal fue un año con muchas luchas y adversidades a enfrentar, quizás también tengas que reconocer que es tu caso o no; sin embargo lo que no podemos decir es que Dios nos ha abandonado. Al hacer un balance del año, seguramente habrá cosas que no querrás repetir este 2015; en otros puntos queras superar lo alcanzado y quizás también haya otros que digan: “¡el 2014 lo quiero borrar de mi recuerdo…!

   Hay veces que trabajando en el computador con alguna tarea, de pronto el equipo no respondió más a las órdenes y la única salida para seguir adelante fue “un reset”, para luego comenzar de nuevo. También tengo un teléfono celular que ya tiene unos años y a pesar que en su momento era de una tecnología de vanguardia, hoy ya quedó relegado por otros modelos mucho más avanzados. Esto hizo que muchos de las utilidades que en el cargo se volvieran lentas y aún la finalidad primordial que es la comunicación se volviera tediosa y lenta. Llegó un momento donde tuve que tomar una decisión (que no deseaba ya que ello implicaba una gran tarea), hacer un “reset a fábrica”. Con esta operación el teléfono borro toda la información y quedó tal cual lo recibí hace unos años y luego de cargarle nuevamente las aplicaciones necesarias y los contactos pude seguir usando de él.

    ¿Porque les estoy contando esta anécdota? Quizás algunos al hacer el balance del año 2014, pensaron que el día 31 de diciembre se produciría un gran “reset” y que el 2015 todo sería diferente. Es más algunos se plantearon hacer un “hard reset” (reset a fábrica) con lo cual quedarían atrás los fracasos y los errores del pasado. Para un computador, un teléfono u otro elemento electrónico existe el famoso botón de “reset”; sin embargo en la vida no funciona de la misma manera. NO TENEMOS UN BOTÓN DE RESET. ¡Pero tranquilo, hay una salida!...

   Si nos ponemos a pensar en serio, nos daremos que un simple darle vuelta a la hoja del almanaque, o colgando uno nuevo no hace a los cambios que deseamos para el nuevo año. Lo que si es cierto, que el nuevo año, nos pone un límite a lo sucedido y si nos trazamos una ruta nueva, seguramente tendremos diferentes resultados en el nuevo año. ¡Si deseamos resultados diferentes, debemos tener acciones diferentes! Algunas ideas:

    Lo primero que debemos definir cuáles son los objetivos que deseamos alcanzar este año. Quizás algunos de ellos ya estaban el año anterior pero no los alcanzamos; el fracaso fue el rótulo para esos objetivos; prueba no superada; etc. ¡Ánimo, la batalla no ha terminado; a comenzar de nuevo! Como segundo paso debemos saber que si queremos alcanzar metas debemos estar dispuestos a invertir. En este punto debemos saber que esto incluye tiempo, dinero y esfuerzo (la lista puede ser mucho más extensa). Seguramente lo que también será necesario es preparación, adquirir conocimientos nuevos, estrechar lazos con nuevas personas y reforzar otros. Hay mucho más que se podría escribir al respecto, pero estos puntos son solo ilustrativos acerca de que es necesario realizar cambios con respecto a las acciones tomadas el año anterior si deseamos obtener resultados diferentes.

    Con el Consejo Ejecutivo, ya el año pasado nos reunimos para definir algunos cambios que debemos realizar para obtener resultados diferentes y también trazamos metas superadoras para este año 2015. Con el resultado alcanzado en la campaña de El Salvador hemos pensado que en este nuevo año estaremos visitando como ministerio YHAN las tres regiones de América (Norte-Centro-Sur); quisiéramos que seas parte de este llamado de Dios.

    Me agradaría escuchar los comentarios y expectativas que el Señor fue creando en sus corazones; si en años anteriores no pudiste ser parte ESTE ES TU AÑO. Hay mucho por hacer y se necesitan muchas manos todo esfuerzo es necesario y si unimos nuestros esfuerzos el resultado será mayor.


     Te invito a presionar “RESET”…

martes, 18 de febrero de 2014

EL ARBOL DE LA MENTIRA





  La Verdad y la Mentira se pusieron a vivir juntas una vez y, pasado cierto tiempo, la Mentira, que es muy inquieta, le propuso a la Verdad que plantaran un árbol, para que les diese fruta y poder disfrutar de su sombra en los días más calurosos. La Verdad, que no tiene doblez y se conforma con poco, aceptó la propuesta.

  Cuando el árbol estuvo plantado y empezó a crecer frondoso, la Mentira propuso a la Verdad que se lo repartieran entre las dos, cosa que agradó a la Verdad. La Mentira, dándole a entender con razonamientos muy bellos y bien construidos que la raíz mantiene al árbol, le da vida y, por ello, es la mejor parte y la de mayor provecho, aconsejó a la Verdad que se quedara con las raíces, que viven bajo tierra, En tanto, ella se contentaría con las ramitas que aún habían de salir y vivir por encima de la tierra, lo que sería un gran peligro, pues estarían a merced de los hombres, que podrían cortarlas o pisarlas, cosa que también podrían hacer los animales y las aves. Además, le dijo que los grandes calores podrían secarlas, y quemarlas los grandes fríos; por el contrario, las raíces no estarían expuestas a estos peligros.


    Al oír la Verdad todas estas razones, como es bastante crédula, muy confiada y no tiene malicia alguna, se dejó convencer por su compañera la Mentira; creyó que era verdad lo que le decía.

   La Verdad se metió bajo tierra para vivir, pues allí estaban las raíces, que ella había elegido, y la Mentira permaneció encima de la tierra, con los hombres y los demás seres vivos.

  Y como la Mentira es muy lisonjera, en poco tiempo se ganó la admiración de la gente, porque su árbol comenzó a crecer y a echar grandes ramas y hojas que daban fresca sombra; también nacieron en el árbol flores muy hermosas, de muchos colores.

  Al ver un árbol tan hermoso, muchas personas empezaron a reunirse junto a él muy contentas; gozaban de su sombra y de sus flores; la mayoría de la gente permanecía allí, e incluso quienes vivían lejos se recomendaban el árbol de la Mentira por su alegría, sosiego y sombra fresca.

   Así, la Mentira se sentía muy honrada y era muy considerada por quienes buscaban siempre su compañía: al que menos se acercaba a ella y menos sabía de sus artes, todos lo despreciaban, e incluso él mismo se descalificaba.

   Mientras esto le ocurría a la Mentira, que se sentía muy feliz, la triste y despreciada Verdad estaba escondida bajo la tierra, sin que nadie supiera de ella ni quisiera ir a buscarla. Viendo la Verdad que no tenía con qué alimentarse, sino con las raíces de aquel árbol que la Mentira le aconsejó tomar como suyas, y a falta de otro alimento, se puso a roer y a cortar para su sustento las raíces del árbol de la Mentira. Aunque el árbol tenía ramas gruesas, hojas muy anchas que daban mucha sombra y flores de colores muy alegres, antes de que llegase a dar su fruto fueron cortadas todas sus raíces, pues tuvo que comérselas la Verdad.

 
Cuando las raíces desaparecieron, la Mentira estaba a la sombra de su árbol con todas las personas que aprendían sus artimañas, se levantó viento y movió el árbol que, como no tenía raíces, muy fácilmente cayó derribado sobre la Mentira, a la que hirió y quebró muchos huesos, así como a sus acompañantes, quienes resultaron malheridos.
   Entonces, por el vacío que había dejado el tronco, salió la Verdad, que estaba escondida, y cuando llegó a la superficie vio que la Mentira y todos los que la acompañaban estaban muy maltrechos. Habían recibido gran daño por haber seguido el camino de la Mentira.

   La Mentira tiene ramas muy grandes y sus flores, que son sus palabras, pensamientos o halagos, son muy agradables y gustan mucho, pero son efímeros y nunca llegan a dar buenos frutos.

  A quienes usen de los halagos y engaños de la mentira, evítalos cuanto puedas, porque cuando se encuentren más confiados, les sucederá como al árbol de la Mentira y a quienes se cobijaron bajo él.


jueves, 13 de febrero de 2014

¿Echó Usted el Ancla?

        El ancla es un instrumento metálico, compuesto por una barra y dos uñas o más, que permanece colgado de una cadena. El marinero la echa en el agua para impedir que el barco salga a la deriva. La seguridad que proporciona depende de la naturaleza del fondo en el cual está aferrada y de la solidez de la cadena. Se toman todas las precauciones para que pueda resistir, si fuera necesario, a un mar enfurecido. Generalmente un barco posee varias anclas. Una de ellas, la más fuerte, que sólo se utiliza en casos extremos, se llamaba en otros tiempos el ancla de la misericordia o de la salvación.

       El ancla, con sus caracteres de seguridad y firmeza, es una hermosa imagen de la esperanza del creyente, fundada en Jesucristo. Nos mantiene unidos a Dios mismo, a la roca de su inmutable fidelidad. Para el creyente es un poderoso consuelo el saber que está ligado para siempre a Cristo, quien después de cumplida la obra de la cruz, entró al cielo donde se halla como nuestro “precursor” (Hebreos 6:20).
       Para los que le pertenecen, Jesús es como un ancla espiritual. Primero entró en la presencia de Dios para prepararles un lugar y la fe de los suyos los une a él, al igual que la cadena del ancla.


jueves, 21 de noviembre de 2013

Yo sé que mi Redentor vive

   Una noche del año 1741 un hombre encorvado se arrastraba cavilando por las calles de Londres. Era Georg Friedrich Händel, el gran músico. En su interior pugnaban la esperanza y la desesperación. El favor de la alta sociedad inglesa se había apartado de él. Su estado de necesidad llegó a límites extremos. Su inspiración creativa se apagó y Händel que aun no tenía 60 años, se sintió viejo y casado de la vida. Desesperado regresó a su humilde vivienda. Al entrar llamó su atención un paquete; lo abrió y se encontró con un escrito que llevaba por título "Un Oratorio espiritual". A Händel lo fastidiaba aquello, escrito por un autor desconocido y de segunda. Aun más le disgustó la observación "El Señor me lo encargó". Aburrido continuó hojeando en el texto cuando un párrafo le llamó la atención:

   "Despreciado y desechado entre los hombres,... fue menospreciado y no lo estimamos. Händel continuó leyendo Él confió en Dios... Dios no abandonó su alma... Él te dará descanso..."

   
En Händel, estas palabras se llenaban de contenido y de vivencias. Y cuando continuó leyendo Yo sé que mi Redentor vive... alégrate... ¡Aleluya!, comenzó a vibrar.    Maravillosos sonidos le sobrevinieron. La chispa "de arriba" lo había encendido. Händel tomó la pluma y comenzó a escribir. Con increíble rapidez se fueron llenando de notas las páginas.

    A la mañana siguiente, su ayudante lo vio inclinado sobre su escritorio. Colocó la bandeja con el desayuno a su alcance y lo dejó solo. A mediodía el desayuno aun no había sido tocado. Händel escribía, escribía. De a ratos se levantaba de un salto y se echaba sobre el címbalo, caminaba de un lado a otro, gesticulaba con los brazos y cantaba a voz en cuello ¡Aleluya, aleluya! Su ayudante lo creyó loco cuando Händel le dijo que los portales del cielo se le habían abierto y Dios mismo estaba sobre él.

   Veinticuatro días trabajó Händel como enloquecido, casi sin comer ni descansar. Por fin cayó sobre su cama, agotado. Delante de él, la partitura completa de "El Mesías".

  
Händel personalmente llegó a dirigir 34 veces la presentación de "El Mesías". El 6 de abril de 1759 fue la última vez que pudo presenciar su obra. Sufrió un ataque de debilidad y expresó el deseo de morir el día de viernes Santo. Dios le concedió este deseo y llamó al gran maestro el 14 de abril, viernes Santo, de 1759. Händel pudo reunirse con Aquél a quien había exaltado tan majestuosamente con su música y quien había ganado toda la fe del maestro, de manera que éste pudo cantar con júbilo: ¡Yo sé que mi Redentor vive!

Traducido del libro de Axel Kühner: Überlebensgeschichten für jeden Tag Aporte de Dieter Kunz
Fuente: Red Latinoamericana de Liturgia y Educación Cristiana CLAI/CELADEC 
Aportado por: Equipo De Selah



viernes, 15 de noviembre de 2013

Cuando El Miedo Nos Invade...

  Al final del año de 1944, Burt Frizen estaba luchando en la Batalla del Bulge (Batalla de las Ardenas). Alcanzado por el enemigo, muy herido e incapaz de moverse, él estaba caído en la liza, esperando la muerte. En la mayor parte de las largas seis horas que estuvo allí caído, él inúmeras veces cantó suavemente una canción que había aprendido con su madre: “existe un nombre para mí muy querido. . . como música dulce para mi oído. . . cuando mi corazón está apretado y lleno de miedo... Jesús me llena de paz.” De repente él oye un barullo prójimo. Abriendo sus ojos, él vio un soldado alemán de pie junto de él con un arma en la mano.


    “Llegó la hora”, pensó Burt mientras esperaba por el disparo. Empezó a cantar nuevamente la canción y sintió cuando los alemanes lo levantaron, con brazos fuertes, y lo colocaron sobre el borde de una roca. Los propios alemanes cuidaron a sus heridas, lo animaron y lo llevaron para un lugar seguro. Jesús lo llenó de paz en aquel tiempo de guerra.

    Muchas veces nos sentimos como aquél soldado en el campo de batalla. Nos sentimos impotentes, sin esperanzas, derrotados y tomados por el miedo. Miedo de no conseguir levantarnos nuevamente, miedo de las críticas por un nuevo fracaso; miedo de abrir los ojos y encarar aquéllos que confiaban en nosotros.

Recuerda:En Dios alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré.” Sal. 56:4