jueves, 21 de noviembre de 2013

Yo sé que mi Redentor vive

   Una noche del año 1741 un hombre encorvado se arrastraba cavilando por las calles de Londres. Era Georg Friedrich Händel, el gran músico. En su interior pugnaban la esperanza y la desesperación. El favor de la alta sociedad inglesa se había apartado de él. Su estado de necesidad llegó a límites extremos. Su inspiración creativa se apagó y Händel que aun no tenía 60 años, se sintió viejo y casado de la vida. Desesperado regresó a su humilde vivienda. Al entrar llamó su atención un paquete; lo abrió y se encontró con un escrito que llevaba por título "Un Oratorio espiritual". A Händel lo fastidiaba aquello, escrito por un autor desconocido y de segunda. Aun más le disgustó la observación "El Señor me lo encargó". Aburrido continuó hojeando en el texto cuando un párrafo le llamó la atención:

   "Despreciado y desechado entre los hombres,... fue menospreciado y no lo estimamos. Händel continuó leyendo Él confió en Dios... Dios no abandonó su alma... Él te dará descanso..."

   
En Händel, estas palabras se llenaban de contenido y de vivencias. Y cuando continuó leyendo Yo sé que mi Redentor vive... alégrate... ¡Aleluya!, comenzó a vibrar.    Maravillosos sonidos le sobrevinieron. La chispa "de arriba" lo había encendido. Händel tomó la pluma y comenzó a escribir. Con increíble rapidez se fueron llenando de notas las páginas.

    A la mañana siguiente, su ayudante lo vio inclinado sobre su escritorio. Colocó la bandeja con el desayuno a su alcance y lo dejó solo. A mediodía el desayuno aun no había sido tocado. Händel escribía, escribía. De a ratos se levantaba de un salto y se echaba sobre el címbalo, caminaba de un lado a otro, gesticulaba con los brazos y cantaba a voz en cuello ¡Aleluya, aleluya! Su ayudante lo creyó loco cuando Händel le dijo que los portales del cielo se le habían abierto y Dios mismo estaba sobre él.

   Veinticuatro días trabajó Händel como enloquecido, casi sin comer ni descansar. Por fin cayó sobre su cama, agotado. Delante de él, la partitura completa de "El Mesías".

  
Händel personalmente llegó a dirigir 34 veces la presentación de "El Mesías". El 6 de abril de 1759 fue la última vez que pudo presenciar su obra. Sufrió un ataque de debilidad y expresó el deseo de morir el día de viernes Santo. Dios le concedió este deseo y llamó al gran maestro el 14 de abril, viernes Santo, de 1759. Händel pudo reunirse con Aquél a quien había exaltado tan majestuosamente con su música y quien había ganado toda la fe del maestro, de manera que éste pudo cantar con júbilo: ¡Yo sé que mi Redentor vive!

Traducido del libro de Axel Kühner: Überlebensgeschichten für jeden Tag Aporte de Dieter Kunz
Fuente: Red Latinoamericana de Liturgia y Educación Cristiana CLAI/CELADEC 
Aportado por: Equipo De Selah



viernes, 15 de noviembre de 2013

Cuando El Miedo Nos Invade...

  Al final del año de 1944, Burt Frizen estaba luchando en la Batalla del Bulge (Batalla de las Ardenas). Alcanzado por el enemigo, muy herido e incapaz de moverse, él estaba caído en la liza, esperando la muerte. En la mayor parte de las largas seis horas que estuvo allí caído, él inúmeras veces cantó suavemente una canción que había aprendido con su madre: “existe un nombre para mí muy querido. . . como música dulce para mi oído. . . cuando mi corazón está apretado y lleno de miedo... Jesús me llena de paz.” De repente él oye un barullo prójimo. Abriendo sus ojos, él vio un soldado alemán de pie junto de él con un arma en la mano.


    “Llegó la hora”, pensó Burt mientras esperaba por el disparo. Empezó a cantar nuevamente la canción y sintió cuando los alemanes lo levantaron, con brazos fuertes, y lo colocaron sobre el borde de una roca. Los propios alemanes cuidaron a sus heridas, lo animaron y lo llevaron para un lugar seguro. Jesús lo llenó de paz en aquel tiempo de guerra.

    Muchas veces nos sentimos como aquél soldado en el campo de batalla. Nos sentimos impotentes, sin esperanzas, derrotados y tomados por el miedo. Miedo de no conseguir levantarnos nuevamente, miedo de las críticas por un nuevo fracaso; miedo de abrir los ojos y encarar aquéllos que confiaban en nosotros.

Recuerda:En Dios alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré.” Sal. 56:4


jueves, 7 de noviembre de 2013

Angustia-Salvación-Agradecimiento

       Estas tres cosas van juntas. Así lo enseña la Sagrada Escritura en el versículo 15 del Salmo 50. El día de la angustia no significa sólo un peligro exterior; también abarca la ansiedad que experimenta una persona al ser consciente de que no está en regla con Dios. En esta situación puede dirigirse a él. Al clamar a Dios, experimentará que Dios “ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27), sino que ayuda a quien acude a él con sinceridad. Sin embargo, debemos ser agradecidos y honrarle con nuestra vida.

      
Hace años un aviador contó su historia. Durante la segunda guerra mundial se había desempeñado como piloto de caza. En un combate sobre Austria su aparato se incendió. “Cuando noté el fuego, contó él, se apoderó de mí un indecible temor. En cualquier momento podía caer y morir. Sabía que en el estado en que se encontraba mi alma, no podía presentarme ante Dios. En mi angustia lo invoqué y pedí su ayuda, prometiéndole que le serviría si salía con vida del percance.” Dios oyó mi pedido de socorro.
Mi salto con el paracaídas resultó exitoso. Fui hecho prisionero, pero al final de la guerra pude volver a casa. Olvidé completamente mi promesa y seguí viviendo como antes. Un día recibí una invitación a una predicación del Evangelio, gracias a la cual recordé toda mi ingratitud. Este fue el punto de partida de mi conversión al Señor.

       Así ese hombre llegó a ser un feliz creyente, dispuesto a vivir de una manera que honrara a Dios. Pero, ¡cuántas personas han hecho una promesa en circunstancias similares y jamás la han cumplido!

Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás.” Salmo 50:15.


miércoles, 30 de octubre de 2013

¡Acabó la guerra!

“Y vino [Jesús] y anunció paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca.” Efesios 2:17.

  

El amargo conflicto había terminado finalmente entre el norte y el sur. Los soldados de la Guerra Civil de los Estados Unidos eran libres de regresar a sus familias. Sin embargo, algunos de ellos permanecieron escondidos en los bosques viviendo de frutillas. O no escucharon que la guerra había terminado, o no lo creyeron, por lo que siguieron soportando condiciones muy malas cuando pudieron haber estado de vuelta en casa.

   En la esfera espiritual ocurre algo parecido. Cristo hizo la paz entre Dios y el hombre al morir en nuestro lugar. Pagó la pena por el pecado en la cruz. Todo el que acepte su sacrificio será perdonado por un Dios santo.

   Lamentablemente, muchas personas se niegan a creer el evangelio y continúan viviendo como fugitivos espirituales. A veces, hasta los que han puesto su confianza en Cristo viven casi al mismo nivel. Por ignorancia o por falta de disposición, no reclaman las promesas de la Palabra de Dios. No experimentan el gozo y la seguridad que deben acompañar a la salvación. No sacan de su relación con Dios el consuelo y la paz que Él quiere para sus hijos. Ellos son los objetos de su amor, cuidado y provisión, pero viven como si fueran huérfanos.


   ¿Has estado viviendo apartado del consuelo, el amor y el cuidado de tu Padre celestial? Ven a casa. ¡Se acabó la guerra! --RWD


LA VICTORIA DE CRISTO SOBRE LA MUERTE SIGNIFICA PAZ PARA SUS SANTOS.

viernes, 25 de octubre de 2013

Aprovecha la oportunidad


 En una oscura noche de invierno, tres  vaqueros iban en sus cabalgaduras, atravesaban extraviados el lecho seco de  un río. Discutiendo entre si como podrían orientarse, se sorprendieron  grandemente al oír una voz que desde la oscuridad les grito: “¡ALTO!...  Desmonten y recojan cada uno tres piedras del río.”


   Atemorizados los  vaqueros, obedecieron las ordenes salidas de las sombras, y se disponían a  proseguir su extraviado camino cuando la voz les volvió a hablar: “Mañana  estarán muy contentos por lo que han hecho, pero también muy tristes.”

   A  las primeras luces del día, los asombrados vaqueros se dieron cuenta que las piedras que habían recogido del lecho del río eran diamantes, por lo que sintieron gran alegría... pero también sintieron gran tristeza al considerar que habrían podido recoger muchos más si hubieran sabido de lo que se trataba.


  En nuestra juventud, recogemos con el estudio y la dedicación,  algunos diamantes que después en nuestra vejez nos alegramos de haber  recogido y al mismo tiempo nos entristecemos por no haber cosechado  más.


Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.” Sal.90:12

lunes, 21 de octubre de 2013

Amaos los unos a los otros

   Ruth miró en su buzón del correo, tan solo había una carta. La tomó y la miró antes de abrirla, pero  no había sello ni marcas del correo, solamente su nombre y dirección. Leyó la carta:


Querida Ruth:
                       Estaré en tu vecindario hoy viernes en la tarde y pasaré a visitarte.

                            Con amor, Jesús

   Sus manos temblaban cuando puso la carta sobre la mesa. ¿Por qué querrá venir a visitarme el Señor? No soy nadie en especial, no tengo nada que ofrecerle. Pensando en eso, Ruth recordó el vacío reinante en los estantes de su cocina. ¡Ay no! ¡No tengo nada para ofrecerle! Tendré que ir a comprar algo. Bueno, comprare algo de pan y alguna otra cosa. Se echó un abrigo encima y se apresuro a salir."
Dos canillas, medio kilo de queso y un cartón de leche. Y Ruth se quedó con solamente 1000 Bs. que le deberían durar hasta el lunes. Aun así se sintió bien camino a casa, con sus humildes ingredientes bajo el brazo.

   “Oiga, señora, ¿nos puede ayudar, señora?” Ruth estaba tan absorta pensando en la cena que no vio las dos figuras que estaban de pie en el pasillo. Un hombre y una mujer, los dos vestidos con poco más que harapos.


Mire, señora, no tengo empleo, usted sabe, y mi esposa y yo hemos estado viviendo allá afuera en la calle y, bueno... está haciendo frío y nos está dando hambre, y bueno, si usted nos puede ayudar, señora, estaríamos muy agradecidos...”

    Ruth los miró con más cuidado. Pensó que ellos podrían obtener algún empleo si realmente quisieran.

-        Señor, les quisiera ayudar, pero yo misma soy una mujer pobre. Todo lo que tengo es un poco de pan y leche, pero tengo un huésped muy importante para esta noche y planeaba servirle eso a El.”

-        Si, bueno, si señora, entiendo. Gracias de todos modos.”

    El hombre puso su brazo alrededor de los hombros de su esposa y se dirigieron a la salida. A medida que los veía saliendo, Ruth sintió un latido familiar en su corazón.

-        “Señor, espere!”

    La pareja se detuvo y volteó a medida que Ruth corría hacia ellos y los alcanzaba en la calle.
-        “Mire: ¿por qué no toma esta comida? Algo se me ocurrirá para servir a mi invitado.”

Extendió la mano con la bolsa de víveres.

-        “Gracias, señora, muchas gracias!” “Si, gracias!”, dijo la mujer y Ruth pudo notar que estaba temblando de frío.

-        “¿Sabe? Tengo otro abrigo en casa. Tome este”, Ruth desabotonó su abrigo y lo deslizó sobre los hombros de la mujer. Y sonriendo, volteó y regresó camino a casa.

   Sin su abrigo y sin nada que servir a su invitado.

-        “¡Gracias, señora, muchas gracias!”

     Ruth ahora no tenía nada para ofrecerle al Señor. Buscó la llave en la cartera para abrir  la puerta. Mientras lo hacía notó que había otra carta en el buzón. “Que raro, el cartero no viene dos veces en un día.” Tomó el sobre y lo abrió:


Querida Ruth:
                            Qué bueno fue volverte a ver. Gracias por la deliciosa cena, y gracias también por el hermoso abrigo.

                     Con amor, Jesús


    El aire todavía estaba frío, pero aún sin su abrigo, Ruth no lo notó.

martes, 15 de octubre de 2013

CADA UNO OFRECE LO QUE TIENE

  
Hace algún tiempo, mi mujer ayudó a un turista suizo en Ipanema, quien dijo haber sido víctima de unos ladronzuelos. Con un marcado acento, y en pésimo portugués, afirmaba haberse quedado sin pasaporte, sin dinero y sin un lugar para dormir.


  Mi mujer le pagó el almuerzo, le dio la cantidad necesaria para que pudiera pasar la noche en un hotel, hasta que se pusiera en contacto con su embajada, y se fue.


  Días después, un diario carioca publicaba la noticia de que el tal “turista suizo” era en realidad un original malandra carioca, que simulaba un falso acento y abusaba de la buena fe de las personas que amaban Río y querían compensar la imagen negativa que -justa o injustamente- se transformó en nuestra tarjeta de presentación.

   Al leer la noticia, mi esposa sólo comentó: “no será esto lo que impida que ayude a la gente”.

  Su comentario me hizo recordar la historia del sabio que, cierta tarde, llegó a la ciudad de Akbar. Las personas no dieron mucha importancia a su presencia y sus enseñanzas no consiguieron interesar a nadie. Después de algún tiempo, él pasó a ser motivo de risa y burlas por parte de los habitantes de la ciudad.

   Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres comenzó a insultarlo. Pero en lugar de fingir que no se daba cuenta de lo que ocurría, el sabio se acercó a ellos y los bendijo.

Uno de los hombres comentó:
- ¿Será, después de todo, que el hombre es sordo? ¡Le gritamos cosas horribles y él sólo nos responde con palabras bellas!


- Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene -fue la respuesta del sabio.

viernes, 4 de octubre de 2013

Comparte tu maíz

   
En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba el concurso al mejor producto año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos.

— ¿Por qué comparte su mejor semilla con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso? — preguntó el reportero.

— Verá usted –dijo el agricultor–. El viento lleva el polen de un sembrío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada echaría a perder la calidad del mío. Si siembro buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga.


  
Lo mismo ocurre en nuestra vida. Quienes decidan vivir bien, deben ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Quienes optan por ser felices, deben ayudar a que otros encuentren la felicidad, pues el bienestar de cada uno está unido al bienestar común. “Sobrellevad los unos las cargas de los otros y cumplid así la ley de Cristo”

lunes, 30 de septiembre de 2013

Los tres tenores...

   Esta es una conmovedora historia,  que contiene un hermoso y perfecto ejemplo. Se refiere a dos de los tres tenores: Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras, que emocionaron al mundo cantando juntos.


    Aun los que nunca visitaron España, seguramente tienen referencia acerca de la rivalidad existente entre los catalanes y los madrileños, ya que los primeros luchan por su autonomía, en una España dominada por Madrid. Hasta en el fútbol,  los mayores rivales son el Real Madrid y Barcelona. Pues bien, Plácido Domingo es madrileño y José Carreras es catalán.

   Por cuestiones políticas, en 1984, Carreras y Domingo se volvieron enemigos.

    Siempre muy solicitados en todas partes del mundo, ambos hacían constar en sus contratos que solo se presentarían en determinado espectáculo si el adversario no fuese convidado.

    Pero en 1987, Carreras conoció un enemigo mucho más implacable que Plácido Domingo, Carreras fue sorprendido por un diagnóstico desafiante: leucemia.  Su lucha contra el cáncer fue sufrida y persistente. Se sometió a varios tratamientos, como auto trasplante de la medula ósea, además del cambio de sangre, lo que lo obligaba a viajar una vez por mes a Estados Unidos.

   Claro que en esas condiciones no podía trabajar y a pesar de ser dueño de una razonable fortuna, los altos costos de los viajes y del tratamiento rápidamente debilitaron sus finanzas. Cuando no tenía más condiciones financieras, tomó conocimiento de la existencia de una fundación en Madrid, cuya finalidad única era apoyar el tratamiento de leucémicos. Gracias al apoyo de la fundación, Carreras venció la dolencia y volvió a cantar. Demás está decir, que recibiendo nuevamente los altos caches que merecía, José Carreras trató de asociarse a la fundación.

   Pero leyendo sus estatutos descubrió que el fundador, mayor colaborador y presidente de la fundación era Plácido Domingo.

    Descubrió que este había creado la entidad en principio para atenderlo y que se había mantenido en el anonimato para no humillarlo al tener que aceptar auxilio de un enemigo.

   El encuentro más  conmovedor fue el encuentro de los dos, imprevisto por Plácido, en una de sus presentaciones en Madrid.

    Allí, Carreras interrumpe el evento y humildemente, arrodillándose a sus pies, le pide disculpas y le agradece en público.  Plácido lo levanta y con un fuerte abrazo, los dos sellan en ese instante el inicio de una gran amistad.

   En una entrevista de Plácido Domingo, donde la periodista le preguntaba por qué había creado la fundación  en un momento en que además de beneficiar a un "enemigo", había revivido al único artista que podría hacerle alguna competencia, su respuesta fue corta y definitiva:

    “Porque una voz como esa, no se puede perder...”

    Esta maravillosa historia  me conmovió hasta las entrañas cuando la recibí, me recuerda a las disputas médicas entre  la alopatía y la homeopatía, ya que por diversas razones  muchas personas se desvivieron por desacreditar a esta última.  Sin embargo,  pasaron más de doscientos años desde su nacimiento y cada vez más se puede observar el aumento de interconsultas entre ambas especialidades, aportando para el paciente, la riqueza en la diversidad y amplitud de contención de su sufrimiento.

   Vivimos en un mundo plagado de situaciones violentas y es el espíritu de nuestro periódico hacer una fuerte apuesta al amor y a la coexistencia pacífica de nuestro planeta.


 Dr. Sergio M. Rozenholc

martes, 24 de septiembre de 2013

Asunto de huellas

  
Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús Resucitado, iba a toda prisa por el Camino de la Vida, mirando por todas partes y buscando. Se acercó a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le preguntó:
- "Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano?"
   El anciano, encogiéndose de hombros le contestó:
- "Depende del tipo de cristiano que ande buscando".
- "Perdone", dijo contrariado el hombre, "pero soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay. Sólo conozco a Jesús".

   Y el anciano añadió:
- "Pues si, amigo hay de muchos tipos y maneras. Los hay para todos los gustos: Hay cristianos por cumplimiento, cristianos por tradición, cristianos por costumbres, cristianos por superstición, cristianos por obligación, cristianos por conveniencia, cristianos auténticos..."
- "¡Los auténticos! ¡Esos son los que yo busco! ¡Los de verdad!", exclamó el hombre emocionado.
- "¡Vaya!", dijo el anciano con voz grave. "Esos son los mas difíciles de ver. Hace ya mucho tiempo que pasó uno de esos por aquí, y precisamente me preguntó lo mismo que usted".
- "¿Cómo podré reconocerle?"

   Y el anciano contestó tranquilamente:
- “No se preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo de sabios y engreídos. Lo reconocerá por sus obras. Allí donde van, siempre dejan huellas.”


   “A la hora de la muerte no seremos juzgados por el número de obras de mérito que hayamos realizado ni por el número de diplomas que hayamos cosechado a lo largo de nuestra vida. Seremos juzgados por el amor que hemos puesto en nuestras obras y gestos.”

   Y como dice en la Biblia, si no tenemos amor....nada somos.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Saliendo del pozo

   Se cuenta de cierto campesino que tenía una mula ya vieja. En un lamentable descuido, la mula cayó en un pozo que había en la finca. El campesino oyó los bramidos del animal, y corrió para ver qué ocurría. Le dio pena ver al animal en esa condición, pero después de analizar la situación, creyó que no había modo de salvarlo, y que más valía sepultarlo en el mismo pozo.


  Llamó a sus vecinos, les contó lo que estaba ocurriendo y les pidió que le ayudaran a enterrar la mula en el pozo para que no continuara sufriendo. Al principio, la mula se puso histérica. Pero a medida que los hombres continuaban paleando tierra sobre sus lomos, una idea vino a su mente. Se le ocurrió que cada vez que una pala de tierra cayera sobre sus lomos... ella debía sacudirse y subir sobre la tierra. Esto hizo, palada tras palada. ¡Sacúdete y sube... sacúdete y sube! No importaba cuán dolorosos fueran los golpes de la tierra y las piedras sobre su lomo, la mula luchó contra el pánico, y continuó sacudiéndose y subiendo.

 
Los hombres sorprendidos captaron la estrategia de la mula, y eso los alentó a continuar paleando. Poco a poco se pudo llegar hasta el punto en que la mula cansada y abatida pudo salir de un brinco de las paredes de aquel pozo. La tierra que hubiera sido su tumba, se convirtió en su bendición, gracias a la forma en que ella enfrentó la adversidad.


  No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana;  pero fiel es Dios,  que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir,  sino que dará también juntamente con la tentación la salida,  para que podáis soportar.” 1Cor.10:13 
¡ASÍ ES LA VIDA! Los mismos problemas nos dan el potencial para vencerlos.

martes, 17 de septiembre de 2013

¿CÓMO ES TU CORAZÓN?

   Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca. Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en el ni máculas, ni rasguños.

   Si, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto. Al verse admirado, el joven se sintió más orgulloso aún y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo lugar. De pronto un anciano se acercó y dijo: ¿Por qué dices eso, si tu corazón no es tan hermoso como el mío?

   Sorprendidos, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos, y estos habían sido reemplazados por otros que no correspondían, pues se veían bordes y aristas irregulares. Es mas, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.


  La mirada de la gente se sobrecogió, ¿cómo puede decir que su corazón es más hermoso? pensaron.

   El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado se echó a reír. ¿Debes estar bromeando? dijo, ¿comparar tu corazón con el mío... el mío es perfecto, en cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor? Es cierto; dijo el anciano, tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo... mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado, muchos, a su vez me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque me recuerdan el amor que hemos compartido.

    Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De ahí quedaron los huecos, dar amor es arriesgado pero, a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?

   El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció. El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez, arrancó un trozo del suyo, ya viejo y maltrecho y con él tapó la herida abierta del joven.

   La pieza se amoldó pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes. El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.

   ¿Y tu corazón... cómo es? Recuerda: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida.” Prov.4:23 



lunes, 16 de septiembre de 2013

A PESAR DE LOS ERRORES

   
Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor. Te regañe porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grite porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te levante por los cabellos  y te empuje  violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.

    Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mí tímidamente y yo solo te advertí que no te portaras mal.


  
Por la tarde, cuando regrese a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos unos pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mi te indique que caminaras erguido.

   Mas tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arroje la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grite que no soportaba mas ese escándalo y subí a mi cuarto.

   Al poco rato mi ira comenzó a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?

   Luego escuche unos golpecitos en la puerta. “Adelante” dije adivinando que eras tu. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Te mire con seriedad y pregunte: ¿Te vas a dormir?, ¿vienes a despedirte? No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.

   Te abrace y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu  delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un  beso suavemente en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba. “Hasta  mañana, papito” me dijiste.

   ¿Que es lo que estaba haciendo?, ¿por qué me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente no eras igual. Tú tenías unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobre todo, sabias demostrar amor.

   ¿Por qué me costaba tanto trabajo?, ¿por qué tenía el hábito de estar siempre enojado?, ¿qué es lo que me estaba  aburriendo? Yo también fui niño.

   ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme? Después de un rato entre a tu habitación y encendí una lámpara con cuidado. Dormías  profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebe.


   Me incline para rozar con mis labios tu mejilla, respire tu aroma limpio y dulce. No pude contener el sollozo y cerré los ojos. Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación.

  Si Dios me escucha y te permite vivir muchos años, algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo mas que a mi vida.

Dicen que Dios escribe derecho sobre renglones torcidos.”



lunes, 9 de septiembre de 2013

¡Viendo lo invisible!

    
A principios del siglo pasado, el escultor Gutzon Borglum (1871-1941) echó un vistazo a los peñascos de las montañas Negras de Dakota del Sur. Tuvo una visión futurista que nadie más había tenido: los rostros esculpidos de los presidentes estadounidenses George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y Theodore Roosevelt.

   Borglum y sus colaboradores se suspendieron de cuerdas a una altura de más de 150 metros por encima del valle. Usaron desde cinceles hasta dinamita para crear los rostros de cinco pisos de altura. Se necesitaron 14 años para terminar el proyecto.


   El ama de llaves de Borglum a veces iba a visitar el proyecto. Una vez preguntó a un trabajador: «¿Cómo supo el señor Borglum que el señor Lincoln estaba en esa roca?»  ¿Cómo? Borglum sabía lo que había en la roca porque vio con su ojo de artista lo que podía crear a partir de la materia prima con la cual tenía que trabajar.

   Y lo mismo pasa con Dios. Con su ojo artístico ve el potencial en el material humano menos prometedor y más difícil de todos. Con sus amorosas manos empieza a hacer de nosotros un monumento a Su genio y Su gracia. Dios «nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados» (Efesios 2:4-5), y nos dio vida en Cristo. Y te puede hacer a ti cada vez más parecido a Cristo, si te colocas en sus manos.



NUESTROS BORDES ÁSPEROS DEBEN CINCELARSE PARA SACAR LA IMAGEN DE CRISTO.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Dios Proveerá

   
Hubo un hombre que no tenía nada para dar de comer y alimentar a su familia. Solo tenía una vieja escopeta y tres balas. Entonces, decido que el podría ir afuera y matar algo para la cena.

    Mientras bajaba por el camino, el vio a un conejo y le disparo al conejo, pero le fallo el tiro y lo perdió.  Entonces vio una ardilla y disparo un tiro a la ardilla pero fallo también el tiro y la perdió. Siguió su camino mas adelante, el vio un pavo salvaje en un árbol y el solo le quedaba una sola bala,  pero una voz vino a él y dijo: “Ora primero, apunta alto, y mantén tu vista fija

   Sin embargo, al mismo tiempo, el vio un venado lo cual podría ser una mejor caza. El bajo el arma y apunto hacia el venado. Pero, el vio una serpiente cascabel entre medio de sus piernas a punto de morderlo,  el naturalmente tomo el arma y apunto hacia abajo para disparar a la serpiente cascabel.


   “Espera”, le dijo de nuevo la voz a el, “Yo dije ORA, apunta alto y mantén tu vista fija.” Entonces, el hombre decidió escuchar y obedecer a la voz. El hombre oro, apunto el arma hacia arriba alto en el árbol y disparo al pavo salvaje. La bala reboto en el pavo y mato al venado. El brazo de madera de la escopeta se le callo y golpeo en la cabeza tan fuerte a la serpiente que la mato. Cuando se le desmonto la escopeta también del impacto del tiro lo lanzo a un pozo de agua, cuando él se levantó miro a su alrededor, tenia peces en todos sus bolsillos, un venado muerto y un pavo para comer.

  La serpiente (Satanas) fue muerta simplemente porque el hombre escucho y obedeció a Dios.


Línea Final: Ora primero antes de hacer nada, apunta y dispara alto en tus metas, y mantén tu mirada puesta en Dios.  Pasa esto con el propósito de que alguien más sea bendecido. Nunca dejes que otros te desanimen concerniente a tu pasado. El pasado es exactamente eso “el pasado”. Vive cada día un día a la vez. Y recuerda que solo Dios conoce nuestro futuro y que el no nos va a poner en una situación que no podamos sobrellevar.  No mires ni confíes en el hombre para alcanzar tus bendiciones, mira y Confía a Dios. El abre puertas para ti que solo El las puede abrir. Puertas que tú no podrías colarte a través de ellas, pero puertas que solo El ha preparado por adelantado para ti en tu favor. Espera, y mantente firme, se paciente: Busca a Dios primeramente y todas las demás cosas te serán añadidas.

martes, 3 de septiembre de 2013

Desacertada confianza

       El hundimiento del Titanic en 1912 todavía despierta interés. Aún no han sido esclarecidos todos los detalles que dieron tan impactante dimensión a dicha catástrofe: 1.500 muertos. He aquí algunos pormenores no resueltos: ¿Por qué no fueron previstos suficientes botes salvavidas? Los botes sólo tenían lugar para 1.180 personas en vez de 2.200. ¿Por qué el Titanic siguió avanzando a gran velocidad, cuando bastante tiempo antes de la colisión con el iceberg había recibido una serie de advertencias por parte de otros barcos? ¿Y por qué sólo 711 lugares fueron ocupados en los botes salvavidas?

      
Por influencia de la prensa, la opinión pública consideraba que el Titanic no podía hundirse. Evidentemente la compañía naviera y la tripulación creían lo mismo, porque aun después del choque, un camarero aseguró a uno de los viajeros: –Ni Dios puede hundir este barco. Los pasajeros opinaban que «su» barco no era vulnerable como otros, que «su» navío era una excepción. Se pensaba que si las moles de hielo llegaban a amenazarlo, el Titanic y la tripulación acabarían con ellas. Y cuando se prepararon los botes salvavidas, algunos pasajeros temieron subir a bordo. Confiaban más en el gigante del mar que en el débil bote salvador.

       Y nosotros, ¿en qué confiamos? ¡Esta es la pregunta decisiva! El barco de nuestra vida puede parecer más espléndido que otros. Pero como cualquier otro, está herido por el pecado y destinado a hundirse. No hay excepciones. Sólo en Jesucristo hay salvación y seguridad. ¿Confiamos en él?


  “1 Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? 2  Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.” Sal.121:1-2

viernes, 30 de agosto de 2013

Con lo que queda...

  En Noviembre 18 de 1995, el violinista Itzhatk Perlman, subió al escenario para dar un concierto en el salón Avery Fisher del “Lincoln Center” en la ciudad de Nueva York.  Si usted alguna vez ha estado en un concierto de Perlman, sabe que subir al escenario no es un logro pequeño para él.




  Él fue afligido de polio cuando era niño; tiene abrazaderas en ambas piernas y camina con la ayuda de muletas. Verlo caminar sobre el escenario de un lado al otro, paso a paso, lenta y penosamente, es una escena impresionante. Camina difícil pero majestuosamente, hasta que alcanza su silla.

  Después se sienta y lentamente pone las muletas sobre el piso, abre los broches de las abrazaderas en sus piernas, recoge un pie y extiende el otro hacia adelante. Se inclina y recoge el violín, lo pone bajo su barbilla, hace una seña al Director y procede a tocar.

  Hasta ahora, la audiencia ya estaba acostumbrada a este ritual. Permanecían silenciosamente sentados mientras él caminaba por el escenario hasta su silla. Se quedaba respetuosamente en silencio hasta que él estuviera listo para tocar; pero esta vez, algo ocurrió. Justo cuando él terminaba de tocar sus primeras barras, una cuerda de su violín se rompió. Uno podía oír el estallido. Salió disparada como bala por el salón. No había duda de lo que ese sonido significaba. No había duda de lo que él tendría que hacer.

 
Los que estaban ahí esa noche tal vez pensaron: “Para esta, él va a tener que ponerse de pie, abrocharse las abrazaderas, recoger las muletas, y cojear hasta afuera del escenario para encontrar otro violín u otra cuerda.”

  Pero no fue así. En su lugar, el esperó un momento, cerró sus ojos y después hizo otra seña al Director para empezar a tocar. La orquesta empezó y él tocó desde donde había parado. El tocó con tanta pasión, con tanto poder y con una claridad que nunca antes nadie había escuchado.

   Claro, cualquiera sabe que es imposible tocar una obra sinfónica con sólo tres cuerdas. Lo sé yo y lo sabe usted, pero esa noche Itzhak Perlman se rehusó a saberlo. Uno podía observar como modulaba, cambiaba y recomponía esa pieza en su cabeza. En una instancia, sonaba como que él estuviera desentonando las cuerdas para obtener sonidos que estas nunca habían hecho.

  Cuando él termina, había un silencio impresionante en el salón. Después la gente se levanto y lo aclamó. Había una explosión de aplausos desde cada rincón del auditorio. Todos estábamos de pie, gritando y aclamando, haciendo todo lo posible para mostrar cuanto apreciábamos lo que él había hecho.

  Él sonrió, se secó el sudor de sus cejas, alzó su arco para callarnos, y después dijo, no presumidamente, pero en un tono tranquilo, pensativo, y reverente: "Ustedes saben, algunas veces la tarea del artista es la de averiguar cuanta música podemos producir con lo que nos queda."


 
Qué renglón tan poderoso. Se ha quedado en mi mente desde que lo oí ¿Y quien sabe? Tal vez esa sea la definición de la vida, no sólo para los artistas pero para todos nosotros. He aquí un hombre que se ha preparado por toda su vida para producir música con un violín de cuatro cuerdas, quien, se encuentra de repente en medio de un concierto con solo tres cuerdas; y entonces produce música con tres cuerdas, y la música que él produjo esa noche con sólo tres cuerdas era más bonita y más memorable, que cualquier otra que él haya producido con cuatro cuerdas.