martes, 25 de junio de 2013

Abrazo de Oso

   Este cuento se refiere a un hombre joven cuyo hijo había nacido recientemente y era la primera vez que sentía la experiencia de ser papá.  A este personaje lo llamaremos Alberto, y en su corazón reinaban la alegría y los sentimientos de amor que brotaban a raudales dentro de su ser.

   Un buen día le dieron ganas de entrar en contacto con la naturaleza, pues a partir del nacimiento de su bebé, todo lo veía hermoso y aún el ruido de una hoja al caer le sonaba a notas musicales.

    Así fue que decidió ir a un bosque; quería oír el canto de los pájaros y disfrutar toda la belleza.  Caminaba plácidamente respirando la humedad que hay en estos lugares, cuando de repente vio posada en una rama un águila que lo sorprendió por la belleza de su plumaje.

    El águila también había tenido la alegría de recibir a sus polluelos y tenía como objetivo llegar hasta el río más cercano, capturar un pez y llevarlo a su nido como alimento; pues significaba una responsabilidad muy grande criar y formar a sus aguiluchos para enfrentar los retos que la vida ofrece.

   El águila, al notar la presencia de Alberto, lo miró fijamente y le preguntó:  "¿Adónde te diriges buen hombre?, veo en tus ojos la alegría."   Por lo que Alberto le contestó:  "Es que ha nacido mi hijo y he venido al bosque a disfrutar, pero me siento un poco confundido."

    El águila insistió:  "Oye, ¿y qué piensas hacer con tu hijo?".

   Alberto le contesto:  "Ah, pues ahora y desde ahora, siempre lo voy a 
proteger, le daré de comer y jamás permitiré que pase frío.  Yo me encargaré de que tenga todo lo que necesite y día con día yo seré quien lo cubra de las inclemencias del tiempo, lo defenderé de los enemigos que pueda tener y nunca dejaré que pase situaciones difíciles.  No permitiré que mi hijo pase necesidades como yo las pasé, nunca dejaré que eso suceda, porque para eso estoy aquí, para que él nunca se esfuerce por nada."

    Y para finalizar agregó:  "Yo como su padre, seré fuerte como un oso y con la potencia de mis brazos lo rodearé, lo abrazaré y nunca dejaré que nada ni nadie lo perturbe."

   El águila no salía de su asombro, atónita lo escuchaba y no daba crédito a lo que había oído. Entonces, respirando muy hondo y sacudiendo su enorme plumaje, lo miró fijamente y dijo:  "Escúchame bien buen hombre.  Cuando recibí el mandato de la naturaleza para empollar a mis hijos, también recibí el mandato de construir mi nido; un nido confortable, seguro, a buen resguardo de los depredadores.  Pero también le he puesto ramas con muchas espinas, ¿y sabes por qué?.  Porque aún cuando estas espinas están cubiertas por plumas, algún día, cuando mis polluelos hayan emplumado y sean fuertes para volar, haré desaparecer todo este confort y ellos ya no podrán habitar sobre las espinas.  Eso les obligará a construir su propio nido.  Todo el valle será para ellos, siempre y cuando realicen su propio esfuerzo para conquistarlo con todo; sus montañas, sus ríos llenos de peces y praderas llenas de conejos.  Si yo los abrazara como un oso, reprimiría sus aspiraciones y deseos de ser ellos mismos; destruiría irremisiblemente su individualidad y haría de ellos individuos indolentes, sin ánimo de luchar ni alegría de vivir.  Tarde que temprano lloraría mi error, pues ver a mis aguiluchos convertidos en ridículos representantes de su especie me llenaría de remordimiento y gran vergüenza; pues tendría que cosechar la impertinencia de mis actos, viendo a mi descendencia imposibilitada para tener sus propios triunfos, fracasos y errores, porque yo quise resolver todos sus problemas."

    "Yo, amigo mío, -continuó el águila-, podría jurarte que después de Dios he de amar a mis hijos por sobre todas las cosas, pero también he de prometer que nunca seré su cómplice en la superficialidad de su inmadurez.  He de entender su juventud, pero no participaré de sus excesos.  Me he de esmerar en conocer sus cualidades, pero también sus defectos y nunca permitiré que abusen de mí en aras de este amor que les profeso."

    El águila calló y Alberto no supo qué decir, pues seguía confundido y mientras entraba en una profunda reflexión; ésta, con gran majestuosidad levantó el vuelo y se perdió en el horizonte.

    Alberto empezó a caminar mientras miraba fijamente el follaje seco disperso en el suelo, sólo pensaba en lo equivocado que estaba y el terrible error que iba a cometer al darle a su hijo el abrazo del oso.

    Reconfortado, siguió caminando.  Sólo pensaba en llegar a casa para abrazar a su bebé, pensando que abrazarlo sólo sería por segundos, ya que el pequeño empezaba a tener la necesidad de su propia libertad para mover piernas y brazos sin que ningún oso protector se lo impidiera.

   A partir de ese día Alberto empezó a prepararse para ser el mejor de los padres.


viernes, 21 de junio de 2013

Conserva tu tenedor....


 Había una mujer que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable y a la que le habían dado sólo tres meses de vida. Así que empezó a poner sus cosas “en orden”. Contactó a su sacerdote y lo citó en su casa para discutir algunos aspectos de su última voluntad. Le dijo qué canciones quería que se cantaran en su misa de cuerpo presente, qué lecturas hacer y con qué traje deseaba ser enterrada. La mujer también solicitó ser enterrada con su Biblia favorita. Todo estaba en orden y el sacerdote se estaba preparando para irse cuando la mujer recordó algo muy importante para ella.
- Hay algo más, dijo ella exaltada.
- ¿Qué es?, preguntó el sacerdote.
- Esto es muy importante, continuó la mujer. Quiero ser enterrada con un tenedor en mi mano derecha.

El sacerdote quedó impávido mirando a la mujer, sin saber exactamente qué decir.
- ¿Eso lo sorprende o no? preguntó la mujer
- Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud, dijo el sacerdote.
La mujer explicó:
- En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas de compromiso, siempre recuerdo que cuando se retiraban los platos del platillo principal, alguien inevitablemente se agachaba y decía, "Quédate con tu tenedor". Era mi parte favorita porque sabía que algo mejor estaba por venir... como pastel de chocolate o pay de manzana. Algo maravillosos y sustancioso!

  Así que quiero que la gente me vea dentro de mi ataúd con un tenedor en mi mano y quiero que se pregunten: “¿Qué onda con el tenedor?”
Después quiero que usted les diga: “Se quedó con su tenedor porque lo mejor está por venir.”

   Los ojos del sacerdote se llenaron de lágrimas de alegría mientras abrazaba a la mujer despidiéndose. El sabía que esta sería una de las últimas veces que la vería antes de su muerte. Pero también sabía que la mujer tenía un mejor concepto de la esperanza cristiana que él mismo. Ella sabía que algo mejor estaba por venir.

   Durante el funeral, la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el precioso vestido que llevaba, su Biblia favorita y el tenedor puesto en su mano derecha. Una y otra vez el sacerdote escuchó la pregunta: “¿Qué onda con el tenedor?” Y una y otra vez sonrió.

   Durante su mensaje, el sacerdote le platicó a las personas la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de morir. También les habló acerca del tenedor y qué era lo que significaba para ella. El sacerdote les dijo a las personas cómo él no podía dejar de pensar en el tenedor y también que probablemente ellos tampoco podrían dejar de pensar en él. Estaba en lo correcto.

   Así que, la próxima vez que tomes en tus manos un tenedor, déjalo recordarte que lo mejor está aún por venir...



miércoles, 19 de junio de 2013

El cirujano y el niño

 

 Mañana en la mañana abriré tu corazón le explicaba el cirujano a un niño. Y el niño interrumpió: -¿Usted encontrará a Jesús allí?

   El cirujano se quedó mirándole, y continuó: -Cortaré una pared de tu corazón para ver el daño completo. Pero cuando abra mi corazón, ¿encontrará a Jesús ahí?, volvió a interrumpir el niño.

   El cirujano se volvió hacia los padres, quienes estaban sentados tranquilamente. Cuando haya visto todo el daño allí, planearemos lo que sigue, ya con tu corazón abierto. Pero, ¿usted encontrará a Jesús en mi corazón? La Biblia bien claro dice que Él vive allí. Las alabanzas todas dicen que Él vive allí.... ¡Entonces usted lo encontrará en mi corazón!

    El cirujano pensó que era suficiente y le explicó: Te diré que encontraré en tu corazón...
Encontraré músculo dañado, baja respuesta de glóbulos rojos, y debilidad en las paredes y vasos. Y aparte me daré cuenta si te podemos ayudar o no. ¿Pero encontrará a Jesús allí también? Es su hogar, Él vive allí, siempre está conmigo.

  
El cirujano no toleró más los insistentes comentarios y se fue. Enseguida se sentó en su oficina y procedió a grabar sus estudios previos a la cirugía: aorta dañada, vena pulmonar deteriorada, degeneración muscular cardíaca masiva. Sin posibilidades de trasplante, difícilmente curable. Terapia: analgésicos y reposo absoluto.
Pronóstico: tomó una pausa y en tono triste dijo: muerte dentro del primer año. Entonces detuvo la grabadora. Pero, tengo algo más que decir: ¿Por qué? Pregunto en voz alta ¿Por qué hiciste esto a él? Tú lo pusiste aquí, tú lo pusiste en este dolor y lo has sentenciado a una muerte temprana. ¿Por qué?

   De pronto, Dios, nuestro Señor le contestó: El niño, mi oveja, ya no pertenecerá a tu rebaño porque él es parte del mío y conmigo estará toda la eternidad. Aquí en el cielo, en mi rebaño sagrado, ya no tendrá ningún dolor, será confortado de una manera inimaginable para ti o para cualquiera. Sus padres un día se unirán con él, conocerán la paz y la armonía juntas, en mi reino y mi rebaño sagrado continuará creciendo.

   El cirujano empezó a llorar terriblemente, pero sintió aún más rencor, no entendía las razones. Y replicó: Tú creaste a este muchacho, y también su corazón ¿Para qué? ¿Para que muera dentro de unos meses?

   El Señor le respondió: Porque es tiempo de que regrese a su rebaño, su tarea en la tierra ya la cumplió. Hace unos años envié una oveja mía con dones de doctor para que ayudara a sus hermanos, pero con tanta ciencia se olvidó de su Creador. Así que envié a mí otra oveja, el niño enfermo, no para perderlo sino para que regresara a mí aquella oveja perdida hace tanto tiempo.

   El cirujano lloró y lloró inconsolablemente.

   Días después, luego de la cirugía, el doctor se sentó a un lado de la cama del niño; mientras que sus padres lo hicieron frente al médico. El niño despertó y murmurando rápidamente preguntó:
-¿Abrió mi corazón?
Si - dijo el cirujano-
-¿Qué encontró? preguntó el niño. Tenías razón, encontré allí a Jesús.
Dios tiene muchas maneras y formas diferentes para que tú regreses a su lado.


NOTAS: No es curioso lo fácil que es despreciar a Dios y luego preguntarse por qué el mundo se está yendo al infierno.
No es curioso cómo alguien puede decir “Creo en Dios” y seguir a Satanás, (quien a propósito, también cree en Dios).
    No es curioso que envíes miles de mensajes con chistes a través del correo electrónico, los cuales se riegan como pólvora, pero cuando empiezas a enviar mensajes que se refieren a El Señor, la gente lo piensa dos veces antes de compartirlos?
   No es curioso que cuando llegue el momento de re enviar este mensaje, lo vas a dejar de enviar a muchas de las personas que tienes registradas en tu libreta de direcciones pues no estás seguro(a) de lo que vayan a pensar de ti.
    No es curioso cómo la gente puede estar más preocupada de lo que los demás piensen de ellos que lo que piense Dios.

lunes, 17 de junio de 2013

El Regalo de un padre.

    El día que mi hija nació, sinceramente, no sentí gran alegría. ¡Yo quería un niño! En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa de mi Andreita y por la infinita inocencia de su mirada fija y penetrante. Fue entonces cuando empecé a amarla con locura. Su carita y su mirada no se apartaban ni por un instante de mis pensamientos, la veía en cada niña, todo mi mundo, era ella.

   Una tarde, mi familia y la de mi amigo Raúl fuimos de picnic a la orilla de un río que había muy cerca de casa. De pronto la niña preguntó a su padre:

- Papi, cuando cumpla quince años ¿Cuál será mi regalo?

- Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que todavía falta mucho para que cumplas los quince?

- Bueno papito, tu siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.

   Todos reímos con la ocurrencia de Andreita y seguimos disfrutando del picnic y hablando de otras cosas.

   Pasó el tiempo y una mañana me encontré con Raúl frente al colegio donde estudiaba mi hija, que ya tenía catorce años. Le comenté con gran orgullo las excelentes calificaciones y los conmovedores comentarios que le habían escrito sus profesores.

   Andreita ocupaba toda la alegría de la casa, en la mente, en el corazón de la familia, y especialmente en el de su papá.

    Fue un domingo muy temprano que nos dirigíamos a la iglesia, cuando Andreita tropezó con algo, eso creíamos todos, y dio un traspié, su papá la sujetó de inmediato para que no cayera. Pero ya instalados en la iglesia, vimos cómo Andreita fue cayendo lentamente sobre el banco y perdió el conocimiento. La tomamos en brazos, mientras su papá buscaba un taxi para llevarla al hospital; Andreita estuvo en coma durante diez días y fue entonces cuando le informaron a Oscar que su hija padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón. Le dijeron que no era algo definitivo, y que debían esperar a practicarle otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme.

  Los días iban pasando, Oscar renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Andreita. Una mañana Oscar se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:

-¿Voy a morir, verdad? ¿Qué te dijeron los médicos?

- No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan bueno no permitirá que pierda lo que más amo en mi vida, respondió el padre.

-Cuando alguien muere, ¿adónde va? Desde donde esté ¿podrá ver a su familia? ¿Sabes si se puede regresar? ... Preguntaba Andreita.

-Bueno hija... en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo, pero si yo muriera, no te dejaría sola, estando en el más allá buscaría la manera de comunicarme contigo, si hiciera falta utilizaría el viento para venir a verte.

-¿Y cómo lo harías?

- No tengo la menor idea hijita, sólo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

   Ese mismo día por la tarde, llamaron a Oscar, la situación era grave, su hija se estaba muriendo y necesitaban un corazón urgentemente, pues el de ella no resistiría más de quince o veinte días.


¿De dónde sacar un corazón? ¿Cómo conseguir uno?

   Ese mismo mes, Andreita cumpliría quince años. Y por fin, ocurrió lo que parecía imposible, fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas iban a cambiar.

  El domingo Andreita ya estaba operada, todo salió como los médicos habían planeado. ¡Éxito total!

   Sin embargo, Oscar no había vuelto por el hospital y Andreita lo extrañaba muchísimo, su mamá le decía que todo estaba bien y que su papá estaba trabajando para sostener la familia.

   Andreita permaneció en el hospital durante quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte, y así lo hicieron.

  
Precisamente el día de su cumpleaños, le dieron el alta médica, Andreita estaba feliz e ilusionada. Al llegar a casa todos se sentaron en el sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entregó una carta de su padre:







Andreita, hijita de mi corazón: Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuanto tenías diez añitos y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás haría por mi hija... Te regalo mi corazón, mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que quieras.  ¡¡Vive hija!!   ¡¡Te amo con todo mi corazón!!”

   Andreita lloró todo el día y toda la noche. Al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá; lloró como nadie lo ha hecho y susurró: “Papá, ahora puedo comprender cuánto me amabas. Yo también te amaba y aunque nunca te lo dije, ahora comprendo la importancia de decir “TE AMO”, perdóname por haber guardado silencio tantas veces”.

   En ese instante las copas de los árboles se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y una suave brisa acarició las mejillas de Andreita, ella entre sollozos, sonrió, alzó la mirada al cielo, secó las lágrimas de su rostro, se levantó y emprendió regreso a su hogar.

Nuestros hijos son lo más hermoso que podemos tener.

Ámales, dedícales tus mejores momentos.

No descargues tus frustraciones sobre ellos ni les pongas en medio de discusiones o situaciones de tensión.


Cada día, a cada instante exprésales tu amor de diferentes maneras, y diles que los amas, aunque te cueste.

viernes, 14 de junio de 2013

El día que mi papá me llevó al circo


     
Cuando yo era adolescente, en cierta oportunidad estaba con mi padre haciendo cola para comprar entradas para el circo. Al final, sólo quedaba una familia entre la ventanilla y nosotros. Esta familia me impresionó mucho. Eran ocho chicos, todos probablemente menores de doce años. Sé veía que no tenían mucho dinero. La ropa que llevaban no era cara, pero estaban limpios. Los chicos eran bien educados, todos hacían bien la cola, de a dos detrás de los padres, tomados de la mano. Hablaban con excitación de los payasos, los elefantes y otros números que verían esa noche. Se notaba que nunca antes habían ido al circo.

    Prometía ser un hecho saliente en su vida. El padre y la madre estaban al frente del grupo, de pie, orgullosos. La madre, de la mano de su marido, lo miraba como diciendo: “Eres mi caballero de brillante armadura.” Él sonreía, henchido de orgullo y mirándola como si respondiera: “Tienes razón”.

   La empleada de la ventanilla preguntó al padre cuantas entradas quería. Él respondió con orgullo: “Por favor, deme ocho entradas para menores y dos de adultos, para poder traer a mi familia al circo.” La empleada le indicó el precio. La mujer soltó la mano de su marido, ladeó su cabeza y el labio del hombre empezó a torcerse. Este se acercó un poco más y preguntó: “¿Cuánto dijo?”. La empleada volvió a repetirle el precio. ¿Cómo iba a darse vuelta y decirle a sus ocho hijos que no tenía suficiente dinero para llevarlos al circo?.

 
Viendo lo que pasaba, papá puso la mano en el bolsillo, sacó un billete de veinte dólares y lo tiró al suelo. Nosotros no éramos ricos en absoluto. Mi padre se agachó, recogió el billete, palmeó al hombre en el hombro y le dijo: “Disculpe, señor, se le cayó esto del bolsillo”. El hombre se dio cuenta de lo que pasaba. No había pedido limosna, pero sin duda apreciaba la ayuda en una situación desesperada, angustiosa e incómoda. Miró a mi padre directamente a los ojos, con sus dos manos le tomó la suya, apretó el billete de veinte dólares y con labios trémulos y una lágrima rodándole por la mejilla, replicó: “Gracias, gracias señor. Esto significa realmente mucho para mi familia y para mí”.


   Papá y yo volvimos a nuestro auto y regresamos a casa. Esa noche no fuimos al circo, pero no nos fuimos sin nada...

miércoles, 12 de junio de 2013

La mariposa que nunca pudo volar....

  
Un, día una pequeña abertura apareció en un capullo; un hombre se sentó y observó por varias horas como la mariposa se esforzaba para que su cuerpo pasase a través de aquel pequeño agujero.

   Al cabo de un tiempo, pareció que ella ya no lograba ningún progreso.  Que había ido lo más lejos que podía en su intento y que no podría avanzar más.

   Entonces el hombre decidió ayudar a la mariposa; tomo una tijera y cortó el resto del capullo. Así, la mariposa salió fácilmente. Pero, su cuerpo estaba atrofiado, era pequeño y tenía las alas aplastadas.

 El hombre continuo observándola porque esperaba que, en cualquier momento, sus alas se abrirían, se agitarían y serían capaces de soportar el cuerpo, el que a su vez, iría tomando forma. ¡Nada ocurrió¡

 En realidad, la mariposa paso el resto de su vida arrastrándose con un cuerpo deforme y alas atrofiadas. Ella nunca fue capaz de volar.

   Lo que el hombre en su gentileza y voluntad de ayudar, no comprendía, era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para que la mariposa pasara a través de la pequeña apertura, era el modo por el cuál Dios hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa llegara a las alas, de tal forma que ella estaría pronta para volar una vez que estuviera libre del capullo.

   Algunas veces, el esfuerzo es justamente lo que precisamos en nuestra vida.  Si Dios nos permitiera pasar a través de nuestras vidas sin obstáculos seriamos lisiados.  No tendríamos las fuerzas, que podríamos haber tenido, y nunca podríamos volar.



Pedí, fuerzas...y Dios me dio dificultades para hacerme fuerte.
Pedí, Sabiduría... y Dios me dio problemas para resolver.
Pedí, prosperidad... y Dios me dio un cerebro y músculos para trabajar.
Pedí,  coraje...  y Dios me dio obstáculos que superar.
Pedí, amor... y Dios me dio personas para ayudar
Pedí, favores...y Dios me dio oportunidades.

No recibí nada de lo que pedí,...pero recibí todo lo que necesitaba.


martes, 11 de junio de 2013

¿Águila o Pollo?

  Érase una vez un hombre, que mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso en un corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a conducirse como estos. Un día un naturalista que pasaba por allí le preguntó al propietario porqué razón un águila, el rey de todas las aves y los pájaros, tenía que permanecer encerrada en el corral con los pollos.

-Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser pollo, nunca ha aprendido a volar- respondió el propietario-. Se conduce como los pollos, y por tanto, ya no es un águila.

-Sin embargo- insistió el naturalista- tiene corazón de águila y, con toda seguridad, se le puede enseñar a volar.

   Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista la tomó en sus brazos suavemente y le dijo: “Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vuela.”

   El águila, sin embargo, estaba confusa; no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.

   Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y le animó diciéndole: “Eres un águila. Abre las alas y vuela.” Pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó una vez más en busca de la comida de los pollos.

    El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y le animó diciendo: “Eres un águila. Eres un águila y perteneces tanto al cielo como a la tierra. Ahora, abre las alas y vuela.”

   El águila miró alrededor, hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sin volar. Entonces, el naturalista la levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a temblar, a abrir lentamente las alas y finalmente, con un grito triunfante, se voló alejándose en el cielo.




  Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es posible que, de cuando en cuando, vuelva a visitar el corral. Que nadie sepa, el águila nunca ha vuelto a vivir vida de pollo. Sin embargo, fue un águila, pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo.

  Esta parábola refleja muy bien la situación de cada uno de nosotros y del hombre de hoy. Este ha perdido su identidad y el sentido de la vida. ¿Quién es el hombre? ¿Cuál es el sentido de su vida? ¿Quién soy yo? La respuesta no es fácil ¿Soy águila o soy pollo? Mi conciencia me dice lo primero, mi forma de vida tal vez lo segundo.

   Como el aguilucho, el hombre ha perdido identidad. A fuerza de vivir en el corral y de comer la comida de los pollos, ha traicionado su verdadera esencia y se ha rebajado. Ya no sabe lo que es. Ha perdido el sentido de la actividad y de su vida.

    El hombre, como el águila, es el rey de la creación. Posee un corazón grande capaz de anhelar lo sublime. Tiene alas para perseguir lo más alto. Sin embargo, se ha encarcelado en el corral; la sociedad de consumo lo tiene atrapado en sus fauces voraces. Y es que es mucho más fácil y placentero ser pollo que águila.

   El pollo posee la seguridad del corral, la comodidad de las rejas que delimitan su espacio, el cuidado de su amo, la tranquilidad del alimento asegurado, la protección frente a las vicisitudes de la vida.

     El águila, sin embargo, debe asumir el riesgo de moverse en un espacio sin límites, tiene que estar alerta para no caer en manos del cazador que la convertiría en trofeo de caza o en pieza de museo, tiene que luchar frecuentemente en la soledad y en un ambiente adverso, por proteger y defender su vida de quienes quieren someter.

    Pero el pollo ha perdido su libertad, la ha entregado a cambio de unos granos de trigo que llenen su buche hambriento, es explotado y sometido al sucio mercado de la compra y venta. El águila en cambio, es libre, sus alas le permiten surcar los cielos y explorar horizontes siempre nuevos.

¡Qué triste es ver al hombre, como el aguilucho, en el corral comiendo la comida de los pollos y llevando la vida de estos, cuando su corazón y su mente están hechos para cosas más grandes!

    La tarea no es fácil; en parte, porque estamos convencidos de ser pollos o porque no conocemos cuál es realmente nuestra identidad; en parte, porque nuestros amos, la comodidad, la dependencia y el consumismo, no nos dejan salir. Sentiremos miedo, indecisión; tendremos que luchar contra la inercia, que una y otra vez tratará de devolvernos al corral. Únicamente el aire limpio de la montaña y la contemplación de ideales tan nobles y altos como el sol, podrán desplegar nuestras alas y hacer cantar el grito triunfante de la liberación.

   Recordaremos con nostalgia nuestra vida de pollos y sufriremos la tentación de volver al corral. Pero quien realmente descubre su vocación a la libertad y encuentra un claro sentido de su vida, jamás dará un paso atrás en su decisión de llevar una existencia auténticamente humana.

1)    En este momento de tu vida ¿Con quién te identificas más con el águila o con el pollo?

2)   ¿Cuál es el sueño de tu vida?

3)   ¿Qué te impide volar?

lunes, 10 de junio de 2013

Lo que das regresa

   Su nombre era Fleming, y era un granjero escocés pobre. Un día, mientras intentaba ganarse la vida para su familia, oyó un lamento pidiendo ayuda que provenía de un pantano cercano.

  
Dejó caer sus herramientas y corrió al pantano. Allí, encontró hasta la cintura en el estiércol húmedo y negro a un muchacho aterrado, gritando y esforzándose por liberarse.

   El granjero Fleming salvó al muchacho de lo que podría ser una lenta y espantosa muerte. Al día siguiente, llegó un carruaje elegante a la granja. Un noble, elegantemente vestido, salió y se presentó como el padre del muchacho al que el granjero Fleming había ayudado.

   “Yo quiero recompensarlo”, dijo el noble. “Usted salvó la vida de mi hijo. No, yo no puedo aceptar un pago por lo que hice”, el granjero escocés contestó. En ese momento, el hijo del granjero vino a la puerta de la cabaña. “¿Es su hijo?” el noble preguntó. "", el granjero contestó orgullosamente. “Le propongo hacer un trato. Permítame proporcionarle a su hijo el mismo nivel de educación que mi hijo disfrutará. Si el muchacho se parece a su padre, no dudo que crecerá hasta convertirse en el hombre del que nosotros dos estaremos orgullosos.”

   Y el granjero aceptó.

    El hijo del granjero Fleming asistió a las mejores escuelas y, al tiempo, se graduó en la Escuela Médica del St. Mary's Hospital en Londres, y siguió hasta darse a conocer en el mundo como el renombrado Dr. Alexander Fleming, el descubridor de la Penicilina

   Años después, el hijo del mismo noble que fue salvado del pantano estaba enfermo de pulmonía.

   
¿Qué salvo su vida esta vez? ....La penicilina. ¿El nombre del noble?.... Sir Randolph Churchill. ¿El nombre de su hijo? ....Sir Winston Churchill.
  
 Alguien dijo una vez:
Ø Lo que va, regresa.
Ø Trabaja como si no necesitaras el dinero
Ø Ama como si nunca hubieses sido herido
Ø Baila como si nadie estuviera mirando
Ø Canta como si nadie escuchara.

Ø Vive como si fuera el Cielo en la Tierra.

jueves, 6 de junio de 2013

Capullo de Gusano

 
 Dos gusanos vivían en un árbol frondoso. En un momento dado, uno de ellos, movido de un fuerte impulso interior, comenzó a encerrarse en un capullo de seda. Hasta ese momento los dos habían sido grandes amigos.

-¿¡Qué estás haciendo!? - gritó espantado su compañero- ¿Te has vuelto loco?
   El impulso era tan fuerte que el gusano no respondió. Era un gusano que se emocionaba con facilidad cuando hacía algo nuevo.
-¿Ya has pensado lo que eso significa?
- siguió su compañero, que era mucho más reflexivo y prudente - ¡vas a aislarte del  árbol! ¿Y las jugosas hojas que estás dejando? ¿Y los nuevos brotes del tallo central? ¡No podrás comer ni moverte por el árbol si te encierras ahí!

   Dado que su compañero no respondía, el orador decidió buscar apoyo moral en los demás gusanos y trajo unos cuantos junto al capullo de seda, que ya estaba por terminarse.
- ¡No cierres aún, espera!


  Y escuchó al coro de gusanos que decía: “mira lo que dejas, mira lo que dejas...” pero se encerró tras la seda, pues el impulso era muy fuerte y no podía explicarlo.

   Los gusanos se quedaron mirando la cápsula de seda y pasaron toda la tarde comentando el suceso. “Se volvió loco”, decían. “¡Qué aburrida debe ser la vida ahí dentro!”, y “¡mira lo que se está perdiendo!, ¿A quién le cabe en la cabeza despreciar un árbol tan frondoso?... ¿tú te encerrarías ahí?... ¡con lo simpático y joven que era!”

   Después de un tiempo encontraron el capullo roto y vacío. No supieron qué pensar, así que decidieron mantener sus opiniones y seguir mascando hojas y ramitas sin volver a tocar el tema del capullo de seda.

   Mientras tanto una mariposa hermosísima se alejaba del árbol volando hacia el atardecer.

   ¿Qué importa ir contra corriente si el fruto de tu decisión te transforma en lo que siempre soñaste sin saberlo?  De todo te van a decir si decides seguir a Dios, serle fiel, entregarte a El. ¿Acaso no vale la pena?
 “Acordaos de la mujer de Lot. Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.” Lc.17: 32-33 

Aportado por P. Miguel Segura


martes, 4 de junio de 2013

Corriendo la carrera

  Es tan cierto en la vida como en las carreras: sólo los que están decididos alcanzan la meta. No son los hombres de negocios gordos que de vez en cuando hacen alarde en pistas de hacer ejercicio los que se ganan las medallas olímpicas.

  
Eric Liddell, en la película Carros de fuego, ilustra este principio. Justo antes del primer giro en una carrera de 400 metros, a Eric lo empujaron y perdió el equilibrio, y tropezó en la grama del campo. Cuando miró hacia arriba vio que los demás se alejaban.

   Con una mirada de intensa determinación, Eric se puso de pie de un salto. Con la cabeza hacia atrás y agitando los brazos, avanzó.
Estaba decidido, no sólo a alcanzar a los demás, sino a ganar la carrera. ¡Y ganó! Ese fue el tipo de fervor que el apóstol Pablo llevó a su ministerio. En 1 Corintios 9:24 dijo: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.” Pablo se veía a sí mismo como un atleta olímpico que compite por una medalla de oro, esforzando todo músculo de su cuerpo para llegar a la meta. ¿Y cuál es el premio? No es una recompensa temporal, sino «una corona imperecedera» (v.25). La victoria es posible para todo cristiano. ¡Así que corramos como si quisiéramos ganar!


LOS GANADORES NUNCA ABANDONAN, Y LOS QUE ABANDONAN, NUNCA GANAN.

lunes, 3 de junio de 2013

LA DEBILIDAD DE ANÍBAL

  
Aníbal Barca, el cartaginés, es considerado conjuntamente con Alejandro Magno y Julio César uno de los tres más grandes generales de la Antigüedad y el primero de todos como estratega, genio y táctico militar.

   Batió a los romanos en la propia Italia en las batallas de Tesino, Trebia, el Lago Trasimeno y Cannas. En esta última batalla su genio rayó a la mayor altura. Fue una victoria de la estrategia más consumada, a tal punto, que ha sido una batalla analizada con minuciosidad desde hace más de dos mil años en todas las escuelas militares del mundo. No obstante sus numerosas victorias en Italia no se sintió lo suficientemente fuerte como para tomar la ciudad de Roma. Así fue que deambuló con sus tropas, invicto, por la Península hasta que al fin se retiró requerido por el gobierno de Cartago. Tiempo después su ejército fue aniquilado en Zama, en su propia tierra del Norte de Africa, por sus enemigos romanos al mando de Escipión que desde entonces tomó el nombre de Escipión El Africano.


  La derrota definitiva es explicable. Aníbal estuvo siempre a la merced de una debilidad insalvable que a la postre lo arruinó: no tenía sino muy pocos, contados, hombres fieles. Todo su poder, que tenía pies de barro, estaba basado en mercenarios. Gente comprada que estaba junto a él no por convicción o por adhesión a su persona, sino por la suculenta paga y por las prebendas de que disfrutaban. Así fue que derrotado, al final de su vida, se encontró solo y abandonado. Entonces se suicidó. 

   Un amargo fin y una durísima lección que no aprendieron ni tuvieron en cuenta la mayoría de los hombres, grandes o pequeños, que tienen o han tenido poder en los últimos veintidós siglos.

    "El hilo siempre se corta por el más débil."


   Recuerda:Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierne.” Cnt.2:15
Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.” Ecl.10:1